Modos y Modas

El ritmo del mundo

EL OJO DE LA MOSCA // JULIÁN HERNÁNDEZ

En medio del desfile del 12 de octubre aparecía la Legión y el locutor que retransmitía el aburridísimo evento recordaba al respetable que este aguerrido cuerpo desfila a una velocidad de 150 pasos por minuto: los chicos tienen prisa, ya sea porque les persigue su "celosa novia" (como dice Moncho Alpuente) o porque la cabra tiene que llegar a su hora para zamparse el forraje. Esta medida del ritmo, del pulso, es habitual en música. El metrónomo se regula en golpes por minuto, en "beats per minute" (B.P.M.) como bien saben los D.J.’s. Es precisamente en la música de baile donde esta medida marca el estilo. La música disco de los setenta parecía condenada a ir a 120 B.P.M. y se ha ido acelerando hasta llegar a los 160 B.P.M. del acid house más hard-core o del bacalo más hortera que vomita el coche tuneao. Alguien tiene que llevar el compás o la rave se nos va al garete.

Legionarios y bacaladeros no son los únicos que se apropian de un pulso. Las modelos desfilan invariablemente a 135 B.P.M., les pongan la música que les pongan los diseñadores. Muy por debajo están los exasperantes 50 B.P.M. de una procesión de Semana Santa; y muy por encima los 300 B.P.M. de un manifestante corriendo delante de la policía (lo que se conoce como "darse con los pies en el culo"). Es un mundo de velocidades superpuestas. Nuestra arritmia natural la corrige el marcapasos de la vida cotidiana y así desfilamos hacia el pálpito primigenio del Universo.

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