Otras miradas

El día que acabó el mayor engaño a las mujeres en el franquismo

Ana Bernal Triviño

El día que acabó el mayor engaño a las mujeres en el franquismo

Un día como hoy, 31 de enero, de hace 40 años, fue el último programa del consultorio radiofónico de Elena Francis. Repito, era 1984. Es decir, Franco ya estaba muerto, ya estábamos en democracia, Felipe González llevaba dos años de gobierno... pero aún coleteaba el programa de radio que más había adoctrinado de forma sutil y directa a las mujeres de este país

Para quien aún no lo sepa, el consultorio de Elena Francis era un programa de radio que se convirtió en un fenómeno sociológico durante la oscura etapa del franquismo. Se inició en 1947 como un programa impulsado por el contenido publicitario de una empresa cosmética. Y entre recomendación y recomendación de productos, las oyentes dejaron poco a poco de plantear dudas estéticas para escribir cuestiones cada vez más personales. El fenómeno de este consultorio sentimental creció y creció porque Francis tenía respuestas para todo.

En aquella España de falta de oportunidades para las mujeres, de ausencia de estudios, de cumplir normas para ser aceptadas, de mujeres llenas de dudas y temerosas de no cumplir lo que se pedía de ellas... Elena Francis era un faro, un pozo de sabiduría, una guía y la confidente a la que comentar por carta las dudas que no se atrevían contar a nadie más. En aquella España que no debía olvidar las instrucciones de la Sección Femenina franquista y de la Iglesia sobre la obediencia al marido y la importancia de los hijos, Elena Francis fue la forma perfecta de llegar a las mujeres por todos los rincones de España para recordarles qué tenían que hacer. Ella era la evasión y la solución.


El asunto es que Elena Francis nunca existió. Así se documentó en una investigación de Gerard Imbert, aunque hubo una versión oficial que mantenía que sí existía, solo que no concedía entrevistas. Lo cierto es que las respuestas que las oyentes escuchaban estaban escritas en un guion y que diversas mujeres locutaban en todos esos años con la voz de Elena Francis. Se limitaban a leer lo que les escribían. Por ejemplo, se sabe que en sus comienzos las respuestas las escribía Ángela Castells, miembro de la sección femenina de Falange y del Patronato de Protección de la Mujer, esa institución de terror para las mujeres. Pero lo cierto es que desde mitad de los años 60, Elena Francis, en verdad, era un hombre: el periodista Juan Soto Viñolo, que él mismo lo confesó.

Las cartas que se escribían a Elena Francis con las angustias vitales que quitaban el sueño a muchas se recuperaron y conservaron y eso nos permite confirmar cómo se lavaba el cerebro a esas mujeres, cómo con sus respuestas se las sometías a vidas tristes, sin esperanza, perdiendo amores verdaderos, consistiendo infidelidades que les hacían sufrir, sintiéndose culpables por el sexo o soportando malos tratos. Porque Francis, en sus respuestas, nunca pensaba en ellas y su felicidad, sino en el deber. Ese que el franquismo supo inculcar.

Francis les recordaba que "antes un matrimonio sin amor que quedarse soltera", que "aguantara en el hogar", que si él era infiel "es mucho mejor que se haga la ciega, sorda y muda", que si estaba enamorada de un negro "rompe ese compromiso porque "tu futuro está al lado de un hombre blanco, porque este tiene otra cultura, costumbres y una familia de color, que son dos culturas encontrada y dos religiones diferentes", que si eras violada "algo habrás hecho", que si querías hablar "guardaras silencio", o  que si te daba una paliza la solución era "resignación, pues el matrimonio es algo muy serio y complace a tu esposo en los más pequeños detalles". Me pregunto si la mujer a la respondió eso no acabaría asesinada. Todo fue un engaño. Ni Francis existía ni aquellas respuestas salvaban a aquellas mujeres que en muchos casos escribían casi pidiendo auxilio.

No pensemos que es algo muy antiguo. Recuerdo que duró hasta 1984, porque España y sus mujeres evolucionaban y perdió audiencia. Yo, por entonces, ya estaba viva en este mundo. Fue la manera más fácil de aleccionar a nuestras abuelas o madres, de educarlas sentimentalmente. Un documental de Mónica Artigas dice que ella fue la primera influencer. Y, en cierta manera, lo fue. Ahora tenemos por fortuna más libertad de prensa, pero impresiona que en pleno 2023 tengamos medios, youtubers machistas y algunas influencers en redes que expresan ideas que se dan la mano con las de Elena Francis. Es la delicada línea de que siempre se puede volver atrás si se fuerza un poco toda esta maquinaria. Quizás todo responda a que, a pesar del tiempo, seguimos soportando una violencia en nuestras vidas que no sabemos cómo manejar y nos siguen haciendo dudar tanto de nosotras mismas, que hay quien hace caso del primer predicador que sale en el móvil. Pero ojalá todas, aquellas y las de ahora, abran siempre los ojos frente al engaño que nos venden quienes nos quieren sumisas, calladas y obedientes.

 

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