Persona, animal o cosa

PARIR VOLANDO - Cosas del tercer mundo

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Marta Nebot

En el primer mundo las compañías aéreas recomiendan a las embarazadas no volar a partir de la semana 36 de gestación y muchas les obligan a firmar un pliego de descargo a partir de la 32. No lo hacen porque volar perjudique a los fetos, cosa que está comprobada científicamente, sino porque aquí las compañías prefieren evitar partos en sus pasillos que pudieran generar demandas y vuelos con espectáculo no deseado incluido.

Esta información contrasta con la historia de la pequeña que nació a 24.000 pies de altura en pleno vuelo de Cochabamba a

La Paz, en Bolivia, el 14 de febrero. Esta semana ha sido bautizada, con honores, como Fabiola Tami en el mismo avión que la vio nacer. Sus padres decidieron llamarla así como agradecimiento por lo que recibirá por haber sido la primogénita de
la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) y de su aerolínea (TAM): beca de estudios, cursos de idiomas, atención médica gratuita y billetes de avión hasta los 21 años.

Este contraste me parece un símbolo de cómo en el mal llamado tercer mundo una nueva vida es motivo de celebración mientras que en el nuestro muchas veces parece más un problema que una alegría (dejando a
la Iglesia y sus linces muy a parte).

Para ser el primer mundo hay cosas básicas en las que el tercero va muy por delante. La sociedad del bienestar y del consumismo es mejor que la de la subsistencia pero en ella se pierde el valor real de la vida. Hay que hacer tanto para vivir bien que luego no tenemos fuerzas ni tiempo para disfrutarlo con nuestros mayores,  hijos (si llegamos a tenerlos) y amigos y, ni siquiera, para cuidar de nuestra salud. Tenemos seguridad social, pensión, agua corriente y transporte público pero nos morimos más solos que ellos y nos perdemos las relaciones más importantes. Llevamos siglos peleando por unos derechos sociales que, como no tenemos sucesores que los sostengan, no se sostendrán. Allí tienen más claro que uno más es una boca que alimentar pero también unas manos que colaborarán. Aquí, como los hijos tardan tanto en arrimar el hombro (si es que lo hacen) y como vivimos desenchufados de nuestros cuerpos y de nuestras edades se nos pasan los arroces y, al que se descuida, la vida también.

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