Pato confinado

Los banquetes más sonados de la historia

El banquete de Platon pintado por Anselm Feuerbach.
El banquete de Platón pintado por Anselm Feuerbach. Foto: Wikimedia Commons/ Dominio público.

Comer, comer, qué placer, y qué descalabro, osadía, ganas de liarla, o de festejar por todo lo alto...

Desde que la humanidad inventara la primera tortilla, ha habido de todo, de comida frugales, con pan y vino, y muy simbólicas -como la última cena cristiana-, a ágapes donde se tiró la casa por la ventana, costando millonadas y hasta reinos.

Este es un repaso algunos de los banquetes y comidas más famosas de la historia.

La cena de los diez millones de sestercios

La anécdota la contó Plinio el Viejo y la llaman 'la cena de los diez millones de sestercios' (unos 15 millones de euros de la época, según los cálculos). Los protagonistas son Cleopatra, reina de Egipto, y Marco Antonio, general romano. La apuesta era si Cleopatra podía costear una cena de ese calibre, la más cara concebible. Ni siquiera entonces en una sola comida era fácil llegar a ese precio. Se buscó a un juez llamado Lucio Munacio Planco, cónsul romano, y se sirvieron los más exquisitos platos de la época, y aún así no se llegó a alcanzar la suma. Marco Antonio seguro que debía estar pletórico, pero la reina no se iba a rendir tan fácilmente.

El truco se lo sacó Cleopatra de sus pendientes, hechos de perlas preciosas. Puso una de las perlas en vinagre y esta se deshizo. Al estar hecha de carbonato de calcio (CaCO3), reacciona con el líquido y es soluble, aunque, en realidad, necesitaría bastante más tiempo para evaporarse de lo que cuenta la anécdota. Sea como sea, se la bebió, subiendo de golpe los sestercios (moneda romana) de aquella cena, y siendo el trago más caro de la historia. Cuando estaba a punto de echar la segunda perla en la copa, Marco Antonio aceptó la derrota. Cada una de las perlas, dicen las crónicas, podía valer más de cinco millones de sestercios.

Una cremita en el espacio

El primer ágape en el espacio exterior no fue digamos que muy atractivo. Se trató de un tubo de pasta hecho de ternera e hígado y verduras, constreñido en aluminio como si fuera un dentífrico, seguido de salsa de chocolate como postre, según Nasa History. Lo tomó el cosmonauta ruso Yuri Gagarin, a bordo del Vostok 1 en el primer viaje fuera de la atmósfera terrestre en 1961. En la actualidad, en la Estación Espacial Internacional han llegado a comer una pizza; una pizza, claro está, flotante. Algo ha mejorado el catering sideral.

El banquete más fastuoso

No sabemos si ha sido el más fastuoso de todos, pero sí uno de los que ha dejado mayor huella gracias a la propaganda, que entonces la escribían en piedra. Los asirios sabían usar la persuasión, y cuando Asurnasirpal II (883-859 a.C.) cambió la sede de la capital del imperio a Kalhu (actual Mosul, Irak), celebró un banquete muy sonado. Según la estela de piedra que dejó constancia del evento, fueron invitados 69.574 personas y el encuentro duró diez días. Se sirvieron cantidades ingentes, en miles, de todo tipo de viandas: carnes de rumiantes (terneros, corderos, bueyes), de caza (ciervos, antílopes), y toda clase de aves (patos, ocas, codornices, becadas, tórtolas...), hasta jerbos (roedores del desierto). Hubo también pescados variados, mucha cerveza y vino, panes, etc. En realidad, se ofreció a los comensales casi todo lo que estaba al alcance en la época. Asurnasirpal II sabía cómo llamar la atención, hasta milenios después.

La última comilona del Rey Midas

Aunque ha pasado a la historia como uno de los funerales más alcohólicos, es un asunto difícil de comparar. Pero gracias a un equipo de arqueólogos de la Universidad de Pennsylvania hemos podido descifrar en qué consistió ese banquete funerario que aparece reflejado como costumbre en La Ilíada y La Odisea. El mítico rey Midas pasó a la eternidad como un gobernante rico de Frigia. Tiene hasta una leyenda: convertía en oro todo lo que tocaba, una maldición del dios Dionisos por avaro. Murió, según el cuento, precisamente por esta razón: la comida hecha mineral no se puede tragar. Aunque en la fábula falleció de hambre, en su funeral nadie se quedó con las tripas rugientes. Por los restos solidificados en las escudillas encontradas en la ciudad de Gordion (hoy Turquía), sabemos que se comió carne a la brasa (cordero y cabra) en abundancia, y que se sirvieron centenares de vasos, copas y jarras, donde se tomaron abundantes caldos alcohólicos, una mezcla fermentada de vino, cerveza e hidromiel que llamaban kykeon. En la tumba se encontraron tres calderos con capacidad para unos 130 litros, lo que significa que se bebieron unos cuantos litros por cabeza.

Una fiesta que costó un imperio

Está considerada como una de las fiestas más extravagantes de la historia moderna y desde luego tuvo un coste altísimo. Para celebrar los 2.500 años de la fundación del imperio persa, el Sha de Irán (Mohammad Reza Pahlaví) preparó en 1971 un fiestón en la ruinas de Persépolis. Fueron invitados mandatarios de 69 países, seiscientos invitados en total, duró cinco días, y el coste salió por unos 300 millones dólares. Los invitados fueron agasajados con menús del exclusivo restaurante parisino Maxim's, servidos en lujosas carpas hechas de tela en mitad del desierto (se usaron 37 kilómetros del preciado material). Se gastaron mil botellas de Burdeos y de Borgoña y una buena cantidad de caviar, entre kilos y kilos de carne de res. El ágape no gustó nada al pueblo iraní, pues, a pesar de la riqueza que mostraba su rey al mundo, seguían en la miseria. En 1977 empezaron las protestas que terminaron en una revolución, el derrocamiento del Sha, y la implantación del régimen del ayatolá Jomeini, en 1979, líder que había tachado el evento de ‘cena del diablo’.

El banquete de Platón

No es un simposio o banquete que destacó por su lujo, pero sí es uno de los que más impacto ha dejado en la cultura. Hablamos del banquete que organizó el poeta griego Agatón en el 416 a.C, y en el que fueron invitados Sócrates, Aristófanes, Pausanias, Fedro, y Erixímaco. Este encuentro sirvió de pretexto para que Platón, el discípulo de Sócrates, lo inmortalizara en uno de sus más célebres diálogos, El banquete. Según narra, tras beber el vino, aquellos griegos ilustres se pusieron a hablar de eros y el amor, dejando este tema inmortalizado para la posteridad, de donde surgiría esa idea del amor platónico.

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