Traducción inversa

Otoño caliente

  Parece que, otro año más, nos espera un "otoño caliente". La metáfora es muy socorrida, porque son muchos años ya en que los conflictos sociales, aplazados por las holguras estivales, reaparecen en septiembre con toda su crudeza. Es en este mes cuando tiene lugar lo que los franceses llaman la rentrée: con el inicio del curso académico, también el político se reemprende. Vuelven entonces las pasiones ideológicas que quedaron en el aire –como las espadas- con los primeros calores. Es cierto que los políticos, este año, han querido reducir al mínimo sus vacaciones, quizá buscando dar ejemplo mientras los perros de las encuestas de valoración les muerden los tobillos. No importa. Con la llegada del otoño, inexorablemente, y mientras los árboles se despojan de hojarasca con su coquetería inversa, los agentes sociales volverán con nuevos bríos a exigir atención hacia problemas demasiado acuciantes.

  La huelga general se emplaza en el horizonte como el trance más inmediato. Muchos tendrán entonces un conflicto entre acatar racionalmente las medidas de austeridad y las reformas estructurales que se ha visto obligado a tomar el Gobierno o salir a la calle a gritar con rabia (a éste, a "los mercados" o a quien corresponda) que todo puede llevarse a cabo sin lesionar los derechos de los trabajadores. Pero eso será en otoño. Mientras tanto, podemos sentarnos a la mesa y tomarnos un vaso de vino y un poco de queso de cabra ante cualquier atardecer donde nazca una brisa. No vamos a solucionar nada, claro, pero podemos pretender legítimamente que ni la crisis ni su otoño nos arruinen la vida.

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