La trama mediática

Ruido de urnas

Véanlo como un signo de progreso. Hace sólo un puñado de años estaríamos hablando de estruendo de sables. Hoy, dos centímetros más civilizados, nos basta y nos sobra con el ruido de urnas prematuras. El Mundo ejerció hace una semana de pregonero del tintineo de cristal que nos salvará de este apocalipsis zapatérico. Hablaba entonces su director a título particular. Ahora su editorialista asegura ser portavoz de las masas: "Como consecuencia del hartazgo ante la falta de solvencia del Gobierno, muchos españoles empiezan a pensar que la única solución a la doble crisis, económica y política, es la convocatoria de elecciones generales".

Miren por dónde, uno de esos tales "muchos españoles" que creen que los pifostios se arreglan barajando y repartiendo de nuevo escribe editoriales en ABC. ¿Que como lo sé? Llámenlo fina capacidad deductiva. O, mejor, acudan a la fuente: "Si [Zapatero] no se considera dispuesto, que asuma su incapacidad y actúe responsablemente, adelantando elecciones. España es una gran nación con un futuro esperanzador, pero si no se adoptan medidas urgentes, lo peor puede estar por venir".

Rajoy ya es presidente en La Razón

En La Razón llevan bastante más adelantada esta nueva versión del cuento de La Lechera. Ya están en la parte en que se ha votado y gracias a los 19 escaños de ventaja que le daba ayer al PP sobre el PSOE su sondeo infalible, un carismático pontevedrés se apresta, bisturí en mano, a devolvernos la lozanía perdida. ¿Ciencia ficción? No, un editorial titulado "Tiempo de cambio político". La sinopsis se resume en dos frases: "La gravedad del daño requiere hablar claro a la gente y una cirugía importante. Rajoy debe tomar ese testigo y demostrar, una vez más, su sentido de Estado".

Atento a toda la trama, Luis María Anson, siempre tan piadoso, se pide el papel de ángel anunciador de la desgracia que le ha caído encima al todavía inquilino de Moncloa. Lo hace a través de una carta despachada desde El Mundo y redactada con un tacto encomiable. Primero, una palmadita en la espalda, seguida de unas gotas de culturilla litúrgica y, sin más anestesia, la noticia en crudo para que el inconsciente finado asuma sin rechistar su condición de cadáver: "Tras el domingo de ramos viene el viernes de pasión. Lo que no sé es si, tras el viernes santo, llegará para ti el domingo de resurrección. Son muchos los que creen, también en tu partido, que las campanas ahorcadas doblan ya a funeral".

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