La trama mediática

Lo que esconde un plumero

Había hambre de revancha tras el autogol machirulo del regidor de Pucela, y a José Blanco se le ocurrió piar en un mitin que a Rajoy se le ve el plumero, expresión que desde anteayer debe de tener una carga sexual que no habíamos descubierto en decenios de utilizarla. "Ni igualdad ni gaitas: cuando se calienta un debate, el español cabreado siempre acaba llamando maricón al adversario", celebraba en ABC Ignacio Camacho lo que para él era el tanto del empate en el marcador del desbarre político de cloaca. De nada sirve que el ministro jure que no había intención verderona en sus palabras: "Las risas cómplices del auditorio desmienten el desmentido: si no quería decir lo que dijo su tono equívoco fue interpretado de forma inequívoca", hacía de su capa un sayo el escribidor.

Añadiendo un punto paternalista, La Razón tampoco cree que el que no hubiera intención sea motivo para ahorrar tan suculento coscorrón al titular de Fomento: "Mejor hubiera sido no haberlo dicho. Así José Blanco hubiera evitado un equívoco como éste que al único que deja en mala posición es a él". Desde su columna de El Mundo, siempre más allá del bien y del mal, Raúl del Pozo no decía ni que sí ni que no, pero aprovechaba el viaje para enfangar el campo y anotarse una frase lapidaria: "Los políticos se llaman unos a otros maricones o putas de carretera, pero rebajando los insultos con ñoñismos o disimulos".

Canéforas y travestis

Si cambian "político" por "académico", la sentencia le ajusta como un guante a Luis María Anson, que en las mismas páginas pedrojotianas tiraba de cultismo para largarse algo que suena a faltada del nueve largo: "Así [Zapatero] se regocijaría hoy, rodeado en Moncloa de sus púberes canéforas al frente de los grandes ministerios: Elena en Economía, Carmina en Defensa, Trinidad en Asuntos Exteriores y Bibiana en Interior". No es fácil imaginarse a Blanco diciendo algo así, pero si lo suelta, se tiene que exiliar en Andorra, como poco.

Y no les digo nada si se le ocurre, ya más en cañí, espetarle a cualquiera de la oposición lo que Carlos Dávila le llama a Josep Montilla en su diario pimpampum de La Gaceta. Con inesperada metedura de dedo en el ojo de un prohombre del PP, por cierto. Cinturones abrochados, por favor: "En la televisión norial le han lavado la cara con reportajes horteras y cursis. Desde Trillo con Perejil, no se ha escuchado nada más ñoño que la botadura de este travesti tedioso".

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