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“Ayer obrero metalúrgico, hoy preso político. ¿Habrá un mañana?”

Por Vladimiro Fernández Tovar, sentenciado a muerte el 27 de septiembre de 1975 y ex preso del penal del Puerto de Santamaría.

El pasado 15 de marzo se inauguró en el Puerto de Santa María el Memorial en homenaje a los 545 presos republicanos y antifascistas muertos en el penal o del cual fueron sacados para ser fusilados.
Este acto supone un importante hito en los trabajos que viene desarrollando el "Foro por la memoria de el Puerto de Santa María" presidido por Rafael Gómez Ojeda, cuyo padre, Ceferino Gómez Cordero, concejal del Ayuntamiento, fue fusilado en 1936 cuando Rafael tenía 2 años de edad.
Durante estos años, el Foro ha venido celebrando numerosos actos en memoria y homenaje a los represaliados y víctimas del franquismo y en el año 2017 estrenó un documental dirigido por Sara Gallardo, "El Penal: rostro y alma del mito" que contó con los testimonios, entre otros, de familiares de presos muertos y de presos que por él pasaron en los años 50-60 así como de algunos de los últimos presos del franquismo pertenecientes a LKI y el FRAP y que salieron del penal en 1977.

El Foro ha contabilizado que fueron 15.526 presos políticos los que pasaron por sus celdas y brigadas entre 1936 y 1977. Hay que señalar que el Penal del Puerto, que funcionó como prisión central, estaba considerado ya, desde sus primeros años, como una de las cárceles más duras del país junto a los penales de Cartagena, Ocaña y algún otro, testimonio de aquella fama es una copla de los años 30: "Mejor quisiera estar muerto, que verme pa' to'a la vi'a en ese penal del Puerto, Puerto de Santa María". El carácter de penal duro lo mantuvo durante toda su existencia y era fomentado por los propios funcionarios que al llegar los presos vociferaban "cuidadito que están en el Puerto" "Esto no es una cárcel, esto es un penal".

Ya durante los años 20-30 del siglo pasado albergó presos políticos, generalmente trabajadores procesados por huelgas, manifestaciones y luchas revolucionarias y, en el "bienio negro" de la República con el gobierno de la CEDA, por sus celdas pasaron Lluis Companys, presidente de la Generalitat, Joan Comorera del PSUC así como los anarquistas Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso, que estaban desarrollando una campaña por Andalucía. Como no tenían nada de que acusarlos, les aplicaron la Ley de Vagos y Maleantes para poder meterlos en prisión.

Fue durante los años de 1939-40 cuando alcanzó el mayor número de presos, Martínez Cordero recoge en su libro "El penal de El Puerto de Santa María 1886 - 1981" un valioso documento: el informe que los presos vascos sacaron del penal en el año 1940, ya que en aquellos meses fueron trasladados unos 4000 presos vascos al Puerto de Santa María y, aunque rápidamente casi la mitad fueron repartidos por otras prisiones, en el momento en que redactan el informe hay 5.429 presos que, en momentos puntuales anteriores, es posible que se superaran los 7.000. Se acompaña el informe de una descripción detallada de la superficie de patios, celdas y brigadas. Las condiciones de hacinamiento fueron terribles como en todas las cárceles de los primeros años de la posguerra pues la superficie de los patios era de unos 7.500 m2, y la de celdas y brigadas de 5.849 m2, en ambos casos poco más de 1 m2 por persona:
"Se duerme en general en colchones de paja o de hoja de maíz, dando a cada preso un sitio máximo de 45 cms... Aquí se toca cuerpo con cuerpo y boca con boca durante el sueño, y por tanto las enfermedades de vías respiratorias y las de la piel, sobre todo, se contagian con mucha facilidad...".
Esta pavorosa situación explica que la mayor parte de los 545 fallecidos lo fueran por hambre y enfermedades. Más del 50% de los presos eran de fuera de Andalucía, por lo que difícilmente pudieron contar con la ayuda de sus familias. El hambre, los piojos, los chinches todo contribuía a aumentar los fallecimientos por enfermedades el tifus, la tuberculosis y las situaciones de caquexia acabaron con muchos, así como la carencia de medicinas, ya que incluso en algunas ocasiones se les prohibió comprarlas por encargo en las farmacias del pueblo. Otra parte de los asesinados lo fueron en los primeros meses de la sublevación militar, cuando los falangistas y fascistas de la zona entraban en la noche al penal y sacaban a los que iban a fusilar en las tapias del cementerio o en las cunetas. Otros murieron directamente de las palizas o, sirva como ejemplo el de José Luna, que murió del disparo de un centinela cuando estaba asomado a una ventana. Por último, están los que pasaron por Consejos de Guerra y fueron condenados a muerte y fusilados, estos últimos sufrieron el escarnio de ser condenados por "rebelión". Los militares golpistas, felones que traicionaron su juramento de lealtad a la República y se sublevaron, tuvieron la villanía de hacer juzgar por rebelión a los leales a la República. Muchos de estos muertos son los que todavía hoy están en las fosas sin abrir.

A pesar de estas terribles condiciones, los presos políticos ni perdieron la dignidad ni se doblegaron. Max Aub, en "Campo de los almendros", da cuenta de la fuga de un grupo de presos del penal de El Puerto durante la guerra:
"Durante otros cinco días planeamos la fuga con los de la celda de al lado (...). Subimos, asaltamos el Cuarto de Banderas (...). Entonces nos armamos más en serio, con fusiles ametralladores y munición (...). Llegamos a la puerta, había cinco o seis y el cabo de guardia. Empezamos a tiro limpio (...). Nos fuimos al monte. Allí empezamos a organizar las guerrillas, entre Cádiz y Huelva".
El antes citado asesinato de José Luna dió lugar al estallido de un motín y hasta en las más duras condiciones utilizaron las huelgas de hambre como forma de presión para protestar o intentar mejorar las condiciones de encarcelamiento.

El penal fue clausurado en 1981 y, poco después, sus edificios construidos a principios del siglo XX fueron demolidos. Sólo el entonces llamado penal viejo se libró de la piqueta por su carácter de monumento histórico-artístico, ya que se trata del Monasterio de la Victoria, iglesia y claustro gótico de principios del siglo XVI, que fue declarado por la Junta de Andalucía en el año 2013 lugar de Memoria Histórica.

Es en la zona ajardinada que rodea al viejo penal donde, por fin, y tras muchas vicisitudes y contratiempos, se ha instalado el memorial diseñado por la arquitecta Marta Acale. Además del monumento, el Foro ha elaborado un libro en el que se recogen más de quince mil quinientos nombres de presos políticos que pasaron por el penal desde 1936 a 1977. El monumento está formado por planchas de hierro con los nombres de los 545 presos perforados en el metal y con la fecha de entrada en el penal y de su fallecimiento. Los nombres se leen a trasluz desde el interior.
Nos dijo Marta en su intervención:  "El monumento representa una de esas celdas del penal, manteniendo exactamente sus mismas y angostas medidas, en las que cada preso disponía en el año 1939 de un espacio máximo de 45cm para dormir y en condiciones insalubres. Sus muros están conformados por un material que va ir envejeciendo y marcando el paso del tiempo, en el cual son los propios nombres de los presos los que se transforman en luz (...)".

En el emotivo acto participaron jóvenes de institutos de El Puerto que leyeron poemas; un cantaor y un guitarrista que interpretaron canciones y poemas alusivos a las cárceles y a los presos; representantes de las instituciones que han hecho posible que el proyecto saliera adelante (Ayuntamiento, Diputación y Junta de Andalucía), así como el Director de Memoria histórica del Gobierno; familiares de presos muertos expusieron su testimonio (emocionante el de Rafael Gómez para el cual fue un día especial "al recuperar la memoria de su padre y de aquellos otros a los que condenaron a muerte y al olvido..."); también intervino el que escribe estas líneas, que fue el último preso del franquismo que salió del penal en noviembre de 1977.
En el monumento, tras el último nombre de los fallecidos se leen unos versos de José Humberto Baena, uno de los cinco últimos fusilados del franquismo el 27 de septiembre de 1975 junto a José Luis Sánchez-Bravo, Ramón García, Ángel Otaegui y Juan Paredes "Txiki": "Ayer obrero metalúrgico, hoy preso político. ¿Habrá un mañana?".

De alguna manera se ha querido reflejar la incertidumbre ante la muerte y la tragedia de estos hombres que no tuvieron un mañana.

En el cementerio del Puerto de Santa María han comenzado las prospecciones con georradar para la localización de las fosas comunes donde fueron enterrados gran parte de estos hombres.

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