Con negritas

Los líderes, en su laberinto

Para los líderes occidentales debe de ser muy frustrante comprobar cómo sube día tras día el nivel de la debacle financiera, a pesar de sus denodados esfuerzos por achicar agua. Ni el plan de Bush, que ha puesto en evidencia la eficacia de las recetas neoliberales, ni las medidas adoptadas a su rebufo en Europa han sido capaces de evitar el galopante deterioro de los mercados. La Bolsa de Nueva York, termómetro de la economía mundial, vive una situación con peores trazas aún que las que  caracterizaron el recordado crash de 1929. En España, las cosas no van mejor: sólo en la última semana, el Ibex 35 ha perdido más del 20% y 12 grandes empresas incluidas en él valen hoy menos de la mitad que a principios de año.

La limitada eficacia de sus decisiones no es óbice para que esos mismos líderes continúen buscando desesperadamente la salida del intrincado laberinto de una crisis cuyo alcance nadie supo pronosticar a tiempo. Detener ahora el pedaleo sólo serviría para que la bicicleta rodara por los suelos con más estrépito si cabe, y de ahí la hiperactividad de la que están haciendo gala Sarkozy, Merkel, Brown o Zapatero. Sus nerviosas idas y venidas, aunque no contribuyan precisamente a devolver la calma, trasmiten la impresión de que algo todavía se puede hacer, si no para impedir la hecatombe, que ya está aquí, sí al menos para atemperar hasta donde sea posible sus temidos efectos.

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