Punto de Fisión

Privaticemos a Platón

Haciendo honor a su apellido, más de cigarra que de hormiga, Ulrich Grillo, presidente de la Federación de Industria Alemana, ha propuesto que Grecia traspase buena parte de su patrimonio histórico y artístico al fondo de rescate europeo. Aunque la propuesta de Grillo suena novedosa, llega unos tres milenios tarde, pues es lo que Grecia lleva haciendo desde los tiempos de Homero. Casi todos los grandes bienes culturales de los que disfrutamos en Occidente (las matemáticas, la filosofía, el teatro, la democracia, la música, la física, el atletismo, la lírica y la épica) son de origen griego. Grillo no ha caído en la cuenta, probablemente porque él es más de chucrut.

Brillantes pensadores, escultores y dramaturgos, los griegos no destacan precisamente como buenos negociantes. Onassis bien podría ser la excepción que confirma la regla entre tanto filósofo y tanta poetisa desatada. La deuda eterna que mantiene Europa por Platón, Aristóteles, Safo, Eurípides, Sófocles, Pitágoras, Demócrito, Fidias y Pericles es a fondo perdido. A los banqueros y empresarios alemanes les interesan más las piedras del Parternón, las ruinas de la Acrópolis y la Venus de Milo que, como pronosticó en audaz metáfora Ramón Gómez de la Serna, perdió los brazos con el fin de que un montón de sobones futuros pudiera manosearla a gusto y sin interrupciones. Con la excepción de unos cuantos Onassis, los griegos de hoy en día son más bien del estilo de Zorba, aquel fenomenal Zaratustra cretense imaginado por Kazantzakis y encarnado gloriosamente por Anthony Quinn. Zorba era un vividor nato cuyos sueños triunfales siempre acababan en desastre y cuyos negocios fracasaban estrepitosamente uno tras otro sólo para que él pudiera hartarse de vino y bailar el sirtaki.

No obstante, tal vez Zorba no hubiese visto con malos ojos el cambalache de vender deuda a cambio de alquilar piedras. En tiempos de Lord Byron, el turismo británico ya había arramblado con tantos escombros del Paternón que alguien comentó que, si se reunieran todos, bien podía erigirse una nueva Atenas. Las ruinas son ruinas, por hermosas que sean, y todas las columnas mordisqueadas de la Acrópolis no valen ni un dracma al lado del Prometeo de Esquilo, de un diálogo de Sócrates o del primer verso de la Ilíada. Ocurre, sin embargo, que vivimos en un mundo donde la mierda es muy cara mientras que la belleza es gratis. Esto ya lo había advertido Platón, aunque con muchos rodeos: por algo seguimos encadenados en la inmunda caverna del sistema financiero. Los griegos siempre han defendido la civilización contra los bárbaros, ya fuesen persas, turcos o alemanes. Por desgracia están más que acostumbrados a que los expolien.

Los españoles, que somos medio griegos por parte de madre, no tenemos tanto patrimonio que ofrecer a los avarientos banqueros. No creo que a Grillo le interese mucho la catedral de Burgos. Lo mejor se lo llevaron los ingleses, no cuando robaron Gibraltar, que es un zurullo con monos, sino cuando leyeron a fondo el Quijote, y también Mozart, cuando levantó el Don Juan al cielo imposible de la ópera. Para cuando llegue la Merkel con una oferta que no podamos rechazar, estaría bien intentar alquilarle el Valle de los Caídos para que monte con subtítulos en alemán un parque temático del fascismo.

 

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