Punto de Fisión

Matar a Kim Jong-Un

Hay términos demasiado fuertes para aplicar en una sala de cine y "libertad de expresión" quizá sea de los más arriesgados. Si una productora cinematográfica se acoge a ese derecho, puedes apostar lo que quieras a que está tratando de inflar la factura. Pero cuando Sony Pictures habla de "arte", la cosa ya se pone estupenda, es como ver al tío Gilito hablando de la pincelada suelta de Goya. Nada más obsceno que escuchar hablar de derechos artísticos a los horrendos mercachifles responsables de las franquicias de Karate Kid, Spiderman, Men in Black, Stuart Little y Los Pitufos.

Gracias a una de las operaciones publicitarias más rocambolescas y exitosas de los últimos años, The Interview, una película que partía con el marchamo de boñiga tres estrellas, va a petarlo estas navidades. Todo el mundo habla de ella, todo el mundo quiere verla, aunque sea como acto de protesta, rebeldía y desagravio por el ciberataque que casi desmantela la web de Sony. Una vez que ya se han probado todas las demás estrategias de venta, la censura es la mejor publicidad posible. Esta es la película que Kim Jong-un no quiere que veas, disfrútala con unas palomitas y una lata de Coca-cola. Es el mismo procedimiento por el cual la Casa Real española consiguió que una portada de una revista satírica, que apenas habrían visto unos cuantos miles de personas, diera la vuelta al mundo.

Ya que no la película, al menos la operación de marketing les ha salido redonda, casi tanto como la auténtica jeta de Kim Jong-un, a quien, por la escena del asesinato filtrada adrede en las redes, le han practicado un tuneado adelgazante de lo más rococó. Con los rusos caducados desde hace décadas y los musulmanes demasiado vistos, el líder norcoreano era la mejor opción para resucitar a Fu Manchú en Hollywood. No son los primeros en liarse a fotogramas con Corea del Norte, hasta en esto del cine los chicos de la CIA les siguen los pasos a James Bond.

El propio Obama entró a saco en la disputa cinematográfica advirtiendo que "ningún dictador puede imponer la censura en los Estados Unidos". Con la de injusticias y maldades que pueden reprocharse legítimamente al régimen de Pyongyang, tiene gracia que precisamente desde Washington, el negrero de Guantánamo se ponga a defender ahora la libertad de expresión. Hace casi catorce años, desde el 11 de septiembre de 2001 en que el gobierno de Bush Jr. impuso el toque de queda informativo, la censura de prensa ha sido la unánime ley del silencio acatada humildemente por todos los periódicos, televisiones y medios del país. Prohibieron incluso a John Lennon. En Corea del Norte la censura es una regla; en Estados Unidos es la excepción bélica que la confirma. Una vergüenza para la democracia que derribó a un presidente a golpe de titulares, pero que no tuvo agallas para tirar a otro después del escándalo del Irangate y prefirió matar al mensajero. Estados Unidos es el país de la libertad que encerró a uno de los mayores poetas del siglo en una jaula al aire libre sólo porque ejerció su derecho a equivocarse y decidió apoyar a Mussolini desde su emisora de Radio Roma. "Ningún hombre que haya pasado un mes en las celdas de la muerte / cree en las jaulas para las fieras" escribió Ezra Pound tras su martirio en las afueras de Pisa. Luego pasó más de una década en un manicomio hasta que en 1958 su esposa y sus amigos (Hemingway, Eliot, Cummings) lograron sacarlo del país. Al desembarcar en Nápoles, en un gesto indecente de burla y desafío, el viejo Pound hizo el saludo fascista. ¿Libertad de expresión? Lean los Cantos Pisanos.

 

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