Punto de Fisión

Valencia en serio

Muchos años antes de que lo trincaran, cuando sólo era alcalde de Xátiva, Alfonso Rus ya había analizado a la perfección la psicología del votante acérrimo del PP:

-Dije que traería la playa a Xátiva y se lo creyeron. Si yo mando, traeré la playa. Y van se lo creen. ¡Serán burros! ¡Si hasta me votaron!

Bajito y prepotente, penúltimo meteorito del landismo, Rus hizo su carrera política a fuerza de chistes y balandronadas, caminando como un chulo de playa sin playa -de ésos que llevan el paquete de tabaco apalancado en la tirilla del bañador- hasta que llegó a la cúspide del PP valenciano. No podía subir más alto, así que decidió darse el panzazo ahí mismo. Amigo íntimo de Camps, Rus escondía su Ferrari en tiempo de elecciones para que los vecinos siguieran votándolo y aseguraba que era chulo precisamente porque era bajito. "Si no, ya me contarás" decía. Un día se hizo pública una grabación de abril de 2006 donde se le oía contando fajos de billetes a cuatro manos en el interior de un coche. "Correcto, aquí hay un millón. Y aquí un millón más. Dos millones de pesetas". Sus compañeros de partido se echaron las manos a la cabeza, escandalizados porque Rus todavía contara en pesetas.

Casi nueve años después de aquella grabación mítica ha reaparecido Marcos Benavent, hombre de confianza de Rus y ex gerente de la empresa pública Imelsa, el epicentro desde el que gira la gigantesca macrorredada que ayer se llevó por delante a 24 detenidos, entre ellos varios altos cargos del PP valenciano. Benavent -que está colaborando con la justicia a ver si hay suerte y le rebajan la pena- ha salido de su exilio como si regresara de un monasterio tibetano. De hecho, en un largo periplo donde visitó Ecuador y Japón, intentó recalar en la India, pero le denegaron el visado, quizá por si se encontraba con Arístegui. Entre el chaleco sesentero, la barba blanca y mística, y la bisutería de mercadillo, Benavent parecía volver no de la India sino de una asamblea del 15-M. Algunos de los presentes sospechaban que se le había ido la mano con el arrepentimiento, que parecía un arrepentido del método. En cualquier caso, Benavent lanzó ante los periodistas el discurso de un santón hippie que abomina de las riquezas y señala el camino de la iluminación. "Yo antes era un yonqui del dinero" dijo, recordando su anterior adicción a la gomina, cuando le faltaban dedos para contar billetes.

Por aquel entonces Benavent iba arreglado al estilo pijo que le gusta a Celia Villalobos, sin rastas y con la camisa bien planchada: un traje más del fondo de armario de Camps, limpio y resplandeciente. Entre el maremoto de porquería que empieza a filtrarse en la llamada Operación Taula, destacan los mil millones de euros de sobrecoste en la construcción de centros escolares. Al igual que en Madrid, donde el equipo puesto a dedo por Esperanza Aguirre cobraba una comisión millonaria por cada colegio abierto, en Valencia la educación es lo primero. Aun así, Rus todavía tiene posibilidades de esquivar la bala, incluso de ganar las próximas elecciones por mayoría absoluta a poco burros que sigan siendo sus electores. Encima del montón de mierda, intocable como un buda o una Virgen de las Angustias posmoderna, Rita Barberá flota.

 

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