De cara

Pedrosista o lorencista, ya no hay otra

Del mundo de las motos llega un fenómeno novedoso que conviene mirar con atención. Dos pilotos que compiten en situación de igualdad por lo mismo, el título en la categoría más grande, que luchan uno frente a otro por convertirse en el mejor, y que además no se caen bien, podría decirse que hasta se odian. Su enfrentamiento visceral se remonta a 2005, pero se les adjudica ya la condición indiscutible de eternos rivales. Una denominación con muchos años de antigüedad y que acostumbra a reportar jugosos beneficios al deporte y sus alrededores. No es un caso del todo original, pero en el fondo sí lo es. Porque el pique incontrolable entre Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa, o viceversa, introduce un matiz diferente: la ausencia de prejuicios para posicionarse por uno o por otro. No hay una filiación sentimental, una camiseta o un escudo detrás, que ayude en la elección: Lorenzo no es el Madrid ni Pedrosa el Barça. Tampoco colabora el paisanaje que nos hace colocar a ciegas a Fernando Alonso como el bueno y a Lewis Hamilton como el malo. Ni siquiera hay una supuesta ideología, un color político que empuja el voto sin mirar hacia Mariano o hacia ZP. No hay nada detrás del combate Jorge Lorenzo-Dani Pedrosa que incline a priori la balanza. Si acaso la simpatía que cuelga de las marcas publicitarias que les acompañan, el chupa-chups o el cola-cao, pero tampoco parece una influencia de peso. El conflicto nació virgen de condicionantes. Y así sigue ahora que el duelo alcanza su pico más alto de discordia pese al intento conciliador del Rey Juan Carlos el domingo en Jerez. Pendiente de que intervengan los gustos deportivos o la mirada imparcial ante el comportamiento dentro y fuera del circuito de uno u otro. No es tarde aún para tomar partido. Lo que sí suena es a inevitable. El año se moverá en el mundial de moto GP entre lorencistas y pedrosistas. Y no está mal, mientras la pasión no pase de la raya.

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