De cara

De día o de noche, el mismo periodismo

Tenía ayer Enrique Cerezo especial interés en resaltar que la voz más crítica con su ofensiva manera de tratar los símbolos del club que representa (o sea, yo) trabaja al mismo tiempo en un periódico de izquierdas y en una radio de derechas. Como si eso me pusiera en una posición delicada, me desacreditara o me dañase. Bueno, no es ningún secreto mi actividad laboral, no la ejerzo a escondidas. Y tampoco representa ninguna incoherencia periodística. Entre otras cosas, porque una sección de deportes no tiene ideología política, ni le conviene tenerla. Pero, sobre todo, porque lo mismo que escribo en el diario lo mantengo en mi colaboración radiofónica. No cambio mi punto de vista en función del medio donde se expone. Ni siquiera lo modifico según la simpatía que profese hacia el protagonista (cuando otras veces he defendido a Cerezo, como en la fuga de Torres, no fue por afinidad personal, sino por convicción profesional). Si fui duro con Pablo o con Simao por su falta de respeto al escudo que lucen, debo serlo igualmente con Cerezo, aunque me caiga bien y le aprecie. Lo que él llama talibanismo o fanatismo, yo lo llamo periodismo. En cambio, su función de presidente sí le desautoriza a estar a la vez repicando y en misa. Como reputado productor cinematográfico puede tener el rosario en una mano y hacer negocio con el destape en la otra. Y como Enrique Cerezo, la persona, puede ser del Atleti por la mañana y del Madrid por la noche, en sus fiestas de cumpleaños. Pero como presidente del Atlético, esas aficiones son incompatibles. Por eso debe dejar el cargo. Pero en son de paz, sin esa violencia a la que demagógicamente ahora dice temer para disfrazarse de víctima. No es a los vándalos a los que faltó al respeto con su posado, sus explicaciones posteriores y su sainete final con Calderón de rojiblanco. Son los atléticos pacientes y pacíficos los que no se merecían su ofensa. Y a ésos no les puede representar un minuto más.

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