El desconcierto

El trampantojo del Frente Popular

Aún no han transcurrido ni cincuenta días de la rotunda derrota de las tres derechas, en el pasado 28 de abril, ratificada en las triples urnas del 26 de mayo, y, sin embargo, erre que erre  retoman con brío la ofensiva política e ideológica contra Sánchez. Para sorpresa de la izquierda, que se las prometía felices,  el trío de la Plaza de Colón continúa tan inseparable como antes de que la Moncloa optara por la convocatoria anticipada de las elecciones legislativas. Ni García Page, que pensaba extrapolar a toda España su pacto con Rivera en Ciudad Real y Albacete, ni Pablo Iglesias, que especulaba con que el PSOE viajaba al centro, dado que ya las tres derechas solo eran dos, ni Iñigo Errejón, tan ilusionado en pactar con Ciudadanos en Madrid,  parecen haber captado la naturaleza preconstitucional de Riivera. Malos son los tiempos en los que, como muy bien decía Dürrenmatt, es necesario luchar por lo evidente.

La traducción posmoderna de la CEDA , la Confederación Española de Derechas Autónomas de José María Gil Robles durante la II República, protagonizada ahora por Rivera, Casado y Abascal, dirige el asalto a la Moncloa. Acaba de hacerse con el gobierno de la Comunidad de Madrid, tras haberse apropiado del de Andalucía, y se hará pronto con el de Murcia y Castilla y León. Porque mucho antes de que la XIII legislatura haya dado sus primeros pasos, las tres derechas empiezan a sacar algunas lecciones de las pasadas experiencias de abril y mayo. No es ninguna casualidad que destacados expertos electorales señalen, desde La Vanguardia, que ahora mismo estarían gobernando con mayoría absoluta si la devastadora plaga de egos que hoy asola la política española, tanto en las tres derechas como en las dos izquierdas, no hubiera troceado en tres la política de Aznar de la que se reclaman.

Eje político de esta ofensiva de las tres derechas, sin abandonar por supuesto la cuestión nacional catalana, vasca y ahora navarra, será la resurrección del Frente Popular. Ocurrirá nada más que el  PSOE y Podemos pacten un programa progresista. Ya se ve en las ansias del trío de Colón de retomar los viejos estereotipos del rojoseparatismo, en cuanto estas dos fuerzas progresistas acuerden empezar a caminar conjuntamente; y ya se observa también en las vacilaciones del viejo PSOE, que sigue presente en Moncloa, como bien se evidenció en la forzada dimisión de un muy alto cargo del gobierno por sus relaciones con las cloacas y Villarejo en el escándalo del robo del móvil de una colaboradora de Iglesias. Igualmente, no tardaremos mucho en verlo en el clisé frente populista de la potente Acorazada Brunete Mediática, que después de haber vendido una fantasiosa imagen progresista de Albert Rivera, se dispone ya a vender el cutre trampantojo del Frente Popular.

Nadie ansía hoy más el acuerdo entre Sánchez e Iglesias que el propio Albert Rivera que no para de pedirlo a gritos. Justo es lo que busca para intentar recuperar ese electorado de Ciudadanos fugado ayer al PSOE, tras comprobar su disposición a vender el crecepelo facha de las tres derechas. Ningún otro clisé mejor para conseguirlo que recuperar aquel recuerdo de un Frente Popular ensuciado por cuarenta años de dictadura. Evidentemente es pura ficción, sin ningún viso de de realidad. Sin embargo,  puede ser percibido como real por ese vacilante voto de centro derecha que acaba de emigrar hacia el centro izquierda. Ciudadanos necesita que vuelvan  sus hijos pródigos para luego blanquear  los falsos monederos de las tres derechas.

Corresponde, pues, al PSOE y Podemos no caer en la trampa para elefantes que les han colocado el PP, Cs y Vox .Responder de la forma más adecuada, sobre la base concreta de un programa común progresista que, por cierto, no repita lo ocurrido de junio a diciembre de 2018 en que algunos acuerdos eran papel mojado nada más ser firmados por Sánchez e Iglesias. Desde aquel acuerdo sobre RTVE, violado desde el primer minuto, al  pacto suscrito sobre los alquileres, descafeinado por la Moncloa, constituyen toda una lección de lo que no debe ser el gobierno de cooperación del que hablan sus líderes. Solo la denuncia de lo incumplido junto con una potente movilización social puede garantiza que lo firmado vaya a misa. Si en Lisboa es posible, ¿por qué no va a serlo en Madrid?

Las tres derechas ganaron la guerra, la posguerra y la transición. Su hegemonía política e ideológica, con unos u otros gobiernos, ha sido tan firme durante estos últimos cuarenta años como lo fueron los otros cuarenta bajo Franco. Y no están dispuestas a perderla ante el importante avance de unas fuerzas progresistas, encabezadas por Pedro Sánchez, ya no sujetas por el corsé de los acuerdos de la Guerra Fría que marcaron la imposición de la Monarquía de los Borbones. Hoy, cuando las nuevas generaciones intentan abordar por fin los graves problemas democráticos pendientes desde 1939, las tres derechas no están dispuestas a ceder ni un ápice de su poder. Máxime cuando a la crisis española hay que sumar además la europea e internacional. En ese contexto, las tres derechas tienen el viento de cola. Lo peor que haría la izquierda es confirmar el análisis de Aznar según el cual las derechas cedieron demasiado durante la transición dada la debilidad e incapacidad de los progresistas. Sin un preciso diagnóstico correcto de la coyuntura política, no hay terapia viable contra el involucionismo de las tres derechas.

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