Desde que sabemos que la economía es, sobre todo, un estado de ánimo (los bancos no agilizan los créditos porque no se fían ni de ellos mismos; los consumidores prefieren ahorrar a gastar, por miedo al futuro, paralizando así la reactivación; las bolsas, el reino de la especulación, "especulan" que ya no merece la pena apostar por muchas de sus empresas), desde que conocemos ese componente emocional, digo, los partidos políticos han tomado nuestro ánimo como el campo de batalla electoral.

El Partido Popular, por ejemplo, plagado de "gente corriente y normal", de recia moral, está sumido en un dilema de difícil solución que está atascando de visitas los confesionarios: el PP es bueno, busca nuestro bien, pero para llegar a gobernar necesita nuestra desgracia. O, dicho de otra manera, necesita hacernos creer que somos más desgraciados de lo que nos creemos. Es la vieja historia del equipo de rompedores de parabrisas a sueldo del dueño del taller que, curiosamente, nos provee de parabrisas nuevos. Para conocer la auténtica dimensión de la felicidad tienes que padecer antes el infortunio.

Esa es la receta. Pero si te pasas se te nota la trampa. Sólo así se explica que a pesar de los cuatro millones de parados, las encuestas de intención de voto les den todavía un empate técnico con el PSOE. Y es que el Partido Presunto, además de una sobredosis de presuntos corruptos, se ha pasado también en la dosis de apocalipsina (una droga que se extrae de la planta del Apocalipsis).

Así que este es un aviso a los seguidores del Barça: siento deciros que como sigáis celebrándolo no haréis más que retrasar vuestra salvación. ¡Con las ganas que os tiene Rajoy, además!
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Primera meditación para hoy:

Es el mismo Mariano Rajoy que sigue dando la matraca con los aviones de Zapatero. Primero porque el presidente utilizó un avión del Ejército para asistir a un mitin en Dos Hermanas. Ahora porque ha ido a Asturias en el mismo avión. La primera vez tuvo su gracia. Hasta todos hicimos el chiste de lo bueno que sería ver al presidente del gobierno de España quitándose el cinturón y los zapatos para pasar por debajo del arco de seguridad. Pero la segunda vez, la broma de Mariano ya no tiene ni la más puta gracia, cuando ya se han presentado pruebas de que Aznar, cuando era presidente del gobierno, utilizaba aviones oficiales hasta para ir de vacaciones a Mallorca, por razones de seguridad y de sentido común.

Pues bueno, en llegando a este punto podemos empezar a preguntarnos qué hacía Mariano Rajoy en el año 2005, en un helicóptero oficial de la Comunidad de Madrid (un helicóptero de apoyo de las Brigadas Especiales de Seguridad Ciudadana), sufragado con el dinero de todos los madrileños, el día que se pegó la torta, con Esperanza Aguirre también dentro, cuando despegaba de la plaza de toros de Móstoles. ¿Por qué un presidente del gobierno, siempre que no sea del PP, claro, no puede utilizar un aparato oficial para sus desplazamientos, y en cambio sí el funcionario de la séptima planta de Génova 13 Rúe del Percebe?
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Segunda meditación para hoy:

Monseñor Cañizares, como no puede abortar pero sí abusar sexualmente de niños, condena enérgicamente el aborto y se deja la puerta abierta a las prácticas pederastas por si un día de estos le entran ganitas (dios no lo quiera, Jesusito de su vida), como le ha ocurrido a sus compañeros de Irlanda, de Estados Unidos y de todos los conventos y colegios de medio mundo que ocultan y amparan el apetito desordenado del clero enfermo.

Sólo así se explica que este tipo, al que algún tribunal debería estar investigando ya por el delito de disculpar la pederastia de forma encubierta, ande suelto por la calle, con esos ropajes de colorines de loca iluminada. Para Monse Cañizares, "no es comparable lo que ocurrió en unos colegios con los más de 40 millones de seres humanos que se han destruido legalmente". ¿Se puede tener la mente más podrida?

No sé que tienen debajo de esa inmensa bragueta de la sotana, qué bomba sexual esconden. Hace unos días el arzobispo de Westminster, la máxima autoridad católica de Inglaterra, alababa el "coraje" de los curas pederastas confesos. Eran unos pervertidos y violadores, pero tenían, al parecer, unos huevos como el caballo de Santiago para contar sus fechorías.

Y el Estado sigue confiando en ellos la educación de nuestros hijos. Parafraseando la publicidad de la Iglesia en la campaña de la declaración de la Renta: "Por tantos, por tontos".