Fuego amigo

Así se escribe la Historia

Un país en el que un exterrorista antifranquista como Pío Moa, que participó en el asesinato de un policía en compañía de dos secuaces, pasa a ser al cabo de los años el icono de la derecha fascista y de los historiadores que reescriben la Historia, debería estar preparado para cualquier conmoción. Como que Franco lleve camino de la santidad, o que el exfalangista José María Aznar propine clases magistrales de historia medieval a alumnos desprevenidos de las universidades norteamericanas en las que les explica que España era una nación en la que vivían pacíficamente sus tatarabuelos de misa semanal hasta que un día llegaron de África unos moros que les arrebataron sus tierras, robo por el que todavía a él, a José María Aznar, su más preclaro descendiente, todavía no le han pedido perdón.

 

La Historia, desde el mismísimo César, que se hizo historiador para embellecer su biografía, hasta los franquistas que contaminan la Real Academia de la Historia, estuvo siempre al servicio del que hace el encargo. Las imágenes, estatuas y bajorrelieves de la reina de Egipto Hatshepsut fueron destrozados o borrados por sus descendientes vengativos para borrar su paso por la historia.

 

Y cuanto más cercano está de nosotros el período histórico a estudiar, más difícil resulta distinguir entre la realidad y la propaganda, entre el análisis y la venganza.

 

Todo lo que hoy escribimos es arqueología del mañana. Imagino por ello que, a tenor de la acumulación infinita de información tendenciosa en los medios de comunicación, la profesión de historiador será, en los años venideros, más penosa que la de picador en una mina.

 

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