En los últimos días circulan en Israel un sinfín de rumores acerca del enviado especial del presidente Obama. Todavía no está claro si se trata de rumores sin fundamento, con fundamento, o simplemente de un deseo reprimido de los israelíes sobre el futuro de George Mitchell. El senador no cae bien en Israel, como cualquier otra persona que se esfuerce por resolver el conflicto, y los rumores en cuestión vaticinan su fulminante destitución en las próximas semanas, y con la suya la caída de una parte importante de su equipo.

El diario Maariv se ha hecho eco de los rumores y ha añadido que en Washington ya se está buscando un substituto a Mitchell, que será Dennis Ross, consejero de Obama, o Martin Indyk, que fue embajador en Tel Aviv. Los dos forman parte de los llamados "rabinos", que es como en los noventa se conocía al grupo de judíos norteamericanos encargados de conducir la situación en Oriente Próximo.

Si estos rumores se confirman, los rabinos volverán a hacerse cargo de la situación. El problema es que toda esta gente ha estado a cargo del conflicto durante más de 15 años, y lo único que han conseguido es que las dimensiones del problema crezcan y crezcan sin límite. La experiencia demuestra que los rabinos fracasaron en los noventa y en la primera década del siglo, y es una noticia muy mala que esa misma gente siga teniendo ascendiente en la Casa Blanca y en el departamento de Estado.

Ross e Indyk son gente blanda, partidaria de no presionar nunca a Israel, bajo ninguna circunstancia, amigos íntimos de los dirigentes israelíes, ex miembros de controvertidos  "centros de estudios estratégicos", en el caso de Ross incluso participó en uno de estos centros israelíes, unas instituciones a las que sus rivales condenan por estar dedicadas a diseminar mentiras y medias verdades. Con estos personajes, las posibilidades de conseguir la paz parecen fuera del alcance. Ross e Indyk ya lo han demostrado durante más de 15 años. Así que lo único que queda es rezar para que sean rumores sin fundamento.