Balagán

Hebrón

Pasear por el fantasmagórico centro de Hebrón en compañía de dos jóvenes exsoldados, que ahora colaboran con la organización pacifista Rompiendo el Silencio, es una experiencia interesante. Junto a la Casa Romano, una vivienda de colonos pegada a la calle de los Mártires, los exsoldados recuerdan cuando estuvieron destinados en la ciudad, hace tres años.

Uno de ellos dice que en los ocho meses que permaneció en Hebrón nunca tuvo problemas con los palestinos.

La ciudad está dividida en dos sectores, H1 y H2. En el primero viven unos 130.000 palestinos mientras que en el segundo, en el centro, residen varios cientos de colonos y algunos palestinos. En el sector H2 hay patrullas militares de manera permanente, las 24 horas del día.

"Nuestros jefes nos dicen que lo importante es que los palestinos nos vean continuamente, que sepan que se les vigila, día y noche, a todas horas. Lo importante es que cuando un niño pequeño sale de la escuela vea soldados, y que cuando va a la escuela por la mañana también nos vea", comenta un exsoldado. Esas son las instrucciones que los soldados reciben de sus superiores y también las órdenes que cumplen.

Los muros de Hebrón están llenos de grafitis de los colonos. Muchos dicen "Mahoma era un cerdo". Otro grafiti dice "Ojalá que el tercer templo se reconstruya en nuestros días", junto a un mural que representa el tercer templo. "Durante nuestra estancia en Hebrón, hace tres años, lo más complicado era lidiar con los niños colonos, con los menores. Los menores, y a veces también los mayores, escupían a los palestinos que se cruzaban, delante de los soldados, o les arrojaban objetos, y nosotros no podíamos hacer nada, puesto que de los colonos se encarga la policía y no el Ejército". Pero la policía tampoco hacía nada.

"Para adiestrarnos en la detención de palestinos, los jefes de las unidades nos ordenaban a 15 o 20 soldados que les siguiéramos de noche. Escogían una casa al azar, la invadíamos, deteníamos a sus ocupantes y los encerrábamos en una habitación. La gente tenía miedo y sentía angustia porque no sabía por qué actuábamos contra ellos. En realidad no había ningún motivo. Simplemente los jefes querían enseñarnos a detener a los palestinos", comenta uno de los dos exsoldados.

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