Balagán

Yair Lapid

El empate técnico de las elecciones israelíes sitúan a Yair Lapid en una posición central de cara a la próxima legislatura.

Lapid, de 49 años, fundó el año pasado Yesh Atid (Hay Futuro), un partido con unos ideales claros que giran en torno a dos aspectos centrales: combatir la creciente opresión religiosa y defender los intereses de la clase media que sostiene el país, una clase que está formada, según Hay Futuro, por la comunidad asquenazi en su mayor parte.

No es de estrañar que anoche, en la sede de Hay Futuro en Tel Aviv abundaran los cabellos rubios y escasearan los morenos. El partido es claramente una formación que cuenta, según sus detractores religiosos, con el respaldo de judíos exquisitos de origen europeo y no de origen árabe y oriental.

Con respecto al proceso de paz, Lapid ha mantenido una posición bastante ambigua, sin entrar a ese trapo durante la campaña electoral, pese a que es uno de los problemas más acuciantes de Israel, sino el que más.

Lapid cree que la clase media asquenazi está sufriendo demasiado como consecuencia de un sistema político que grava a las clases medias a costa de lo que algunos que sintonizan con sus ideas han calificado de "parásitos", es decir los religiosos ultraortodoxos.

Lapid se ha preguntado en voz alta durante la campaña por qué los jóvenes ultraortodoxos no realizan el servicio militar y por qué la carga del Ejército recae directa y exclusivamente sobre los jóvenes laicos. Es más, incluso ha dicho que no entrará en un gabinete liderado por Binyamin Netanyahu si el gobierno no obliga a los jóvenes religiosos a realizar el servico militar.

Aficionado al kárate y con un cuerpo muy musculoso, Lapid es un periodista de éxito. Las columnas que escribía hasta hace poco en el Yediot Ahronot eran muy leídas, y también hasta hace poco presentaba el informativo de la noche en el canal 2 de la televisión, el programa de este tipo más visto en Israel.

Lapid es hijo del difunto Yosef Tommy Lapid, otro periodista muy popular que a principios de la pasada década lideró el partido polític Shinui (Cambio), marcadamente antirreligioso y muy similar al que ha establecido ahora su hijo.

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