Una china en el zapato

Cambiar de vida

     El otro día, en una terraza del centro de Madrid, escuché a un chico muy joven anunciar a sus amigos que acababa de ser seleccionado para salir de gira con un músico importante: Iba a pasarse viajando todo el próximo año. "¡Hoy ha cambiado mi vida!", exclamó en algún momento, atónito y feliz.

     Uno nunca sabe cuándo puede cambiarle la vida. Más bien a menudo sabemos cuándo NO va a hacerlo, el 20N, por ejemplo. Hace tiempo que votamos por escuchar la cara A o la cara B del mismo disco, pero como ese chico de la terraza, tendríamos que salir de gira y componer un nuevo álbum. Porque el caso es que el tiempo que vivimos es propicio para la creación. Por ejemplo hay un señor sentado en el despacho de un aeropuerto vacío, cobrando un sueldazo por gestionar aviones que no aterrizan ni despegan y ocupándose de pasajeros que no existen. Ese personaje está esperando su Kafka, su García Márquez. Por su parte, la imagen de Mariano Rajoy saliendo en la noche al jardín del conde de Godó, rodeado de empresarios en las sombras, está pidiendo a gritos un Goya que los plasme a todos para la posteridad.

     Bromas aparte -ya llegarán los artistas-, de momento somos como artesanos manipulando el devenir cotidiano.  Dice Guillermo Toledo en Razones para la rebeldía (Península) que no es que él apoye al 15M, sino que él forma parte del 15M. En efecto, de algún modo todos somos los artífices de lo que se está construyendo, de esa vida que no va a cambiar de un día para otro sino despacio, a veces imperceptiblemente.

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