Cartas de los lectores

28 de diciembre

Alcoholismo
En cierta ocasión asistí a unas jornadas sobre drogadicción y alcoholismo en las que el forense Frontela afirmaba que lo mismo de alcohólico era el que se emborrachaba todos los días como el que necesitaba una copa de coñac todos los viernes a las doce del mediodía, siendo así siempre y cuando no pudiese desenvolverse con normalidad en su vida cotidiana sin esa copa. Aquello me sobrecogió. Pero lo cierto y verdad es que el alcohol subyuga al enfermo de tal manera que pierde su libertad, porque no es dueño de su voluntad.
Me preocupa cuando veo a la juventud alzar su modelo de diversión en torno al giro del tapón de botellas de alcohol. La dichosa botella acapara la mayor parte de los ratos de ocio de nuestros hijos e hijas.
Me provoca ansiedad saber que los efectos devastadores del alcohol actúan de manera soterrada, sigilosamente, conquistando a sus víctimas hasta destruirlas y sin que ellas se den cuentan. Por eso, esas borracheras de fin de semana pueden convertirse en enfermedad irreversible, porque el alcohólico lo es para toda la vida aunque le plante cara a su enfermedad.
Se puede disfrutar de una cerveza, un buen vino o un licor; ya lo creo que sí. Es más, puede ofrecernos momentos agradables en buena compañía. La tragedia llega cuando el alcohol echa por tierra a la persona y condiciona todo su entorno familiar, metiéndolo en una pesadilla terrible.
 Juan Carlos Pérez López / Bormujos (Sevilla)

El circo
Ecologistas en Acción hace un llamamiento para que los ciudadanos no acudamos a los circos que empleen animales en sus espectáculos. Su llamada tendrá el mismo resultado que las campañas de los antitaurinos: ninguno.
Los seres humanos estamos demasiado acostumbrados a utilizar a los animales en nuestro propio beneficio: nos distraen, nos acompañan, nos alimentan, nos abrigan, trabajan por nosotros, nos sirven para experimentos médicos y científicos. Todo esto porque se parecen mucho a nosotros, porque no se pueden rebelar y porque nos creemos reyes de la creación, según una teoría religiosa.
Que no nos falte pan y circo para distraer al personal. En los circos al uso no pueden faltar los animales, los payasos y los trapecistas. Otros circos distintos son más teatro que circo. Los ecologistas luchan muchas veces contra molinos de viento, contra gigantes invencibles. El público es el que mantiene la existencia de esos espectáculos y no hay síntomas de que deje de frecuentarlos.
Es bueno emprender campañas de concienciación contra el maltrato animal, pero se mueven muchos intereses alrededor de ello y ni el poder ni la sociedad están por la labor de defender a los animales como se debe.
 Antonio Nadal Pería / Zaragoza

Persecuciones

Ha dicho Ferrín Calamita, el juez justamente condenado por el Tribunal Superior de Murcia, que la politización de la Justicia es evidente. Se estaba refiriendo a él mismo, sin duda, pues retrasar los trámites de una adopción por reticencias ideológicas sobre la ley que la permite es, efectivamente, politizar la Justicia.
Ha dicho, además, que se le ha perseguido por sus principios religiosos, lo que es una excusa habitual en los fundamentalistas, pues cuando se les contradice siempre alegan persecución.
Lo grotesco es que él se queje de haber recibido supuestamente la misma medicina que ha aplicado al matrimonio de lesbianas que lo ha demandado, pues ha quedado probado en sede judicial que las sometió a una persecución administrativa injustificada.
Por otro lado, ¿no dijo este juez en una vista oral que aceptaría la condena que se le impusiera como una decisión divina? ¿A qué viene ahora decir que recurrirá la sentencia a todas las instancias superiores?
Visto el impecable trabajo de la sala que lo ha juzgado, me pregunto si no hubiera sido mejor que el padre de la niña Mari Luz Cortés hubiera explorado la posibilidad de demandar al juez Rafael Tirado y no fiarlo todo a la resolución de una sanción por parte de un Consejo del Poder Judicial corporativo.
Xavier Muñoz Sánchez / Madrid

Paseo con cazadores
Cojo un libro y me voy con mis dos perros a pasear tranquilamente por la mañana y gozar de un buen día rodeada de la naturaleza.
Al rato de andar empiezo a oír tiros, ladridos histéricos y voces rudas de hombres. Me inquieto y cojo a mis perros. Pronto aparecen los cazadores, vestidos de verde, tipo Rambo, con sus escopetas y perrillos pequeños, algunos de los cuales llevan cencerros colgando, algo que los debe de volver locos. Observo que algunas perras están embarazadas. Me detengo a hablar con ellos para preguntarles si corro peligro, dado que están cazando tan cerca. Me dicen que mejor no me aparte del camino. A mis preguntas me responden que a las perras no las esterilizan porque pierden la fuerza y que tampoco vacunan a los perros porque también pierden la fuerza. También me dice que cuando nacen cachorros los ahogan.
Me pregunto cómo deben de vivir estos perros cuando no salen a cazar. Perros sin vacunar e imagino que sin chip ni censados. También me explicaron que compran conejos, perdices y faisanes para soltarlos y luego matarlos.
Cuando se marcharon los cazadores, el silencio de los animales acechados me conmovió. No pude ni siquiera abrir el libro. Me había quedado muy claro que esa montaña era de los cazadores, y también aquella otra montaña, y las de los alrededores.
Mientras volvía a casa, por mi cabeza pasaron muchos pensamientos, todos de angustia. La caza mueve mucho dinero, es la única explicación a todo este espectáculo deprimente.
Lali LLobet Sales / Barcelona

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