Con negritas

Un referente cada vez menos fiable

Las rebajas del precio oficial del dinero, establecidas de un tiempo a esta parte muy a su pesar por el Banco Central Europeo, no acaban de actuar como el eficaz estimulante que la afligida economía necesita. El instrumento por excelencia de la política monetaria, el más socorrido cuando hacen falta cortafuegos de emergencia para impedir el avance devastador de una crisis, está demostrando escasa utilidad en ésta. De ahí el comedido alborozo con que han sido recibidos los descensos de los tipos de interés de las últimas semanas, a pesar de que en algún caso marcan ahora mínimos históricos.

La explicación a ese fenómeno hay que buscarla en la exasperante lentitud con que el abaratamiento se traslada a los ciudadanos, sobre todo a aquellos que suscriben préstamos nuevos. El dinero es un bien cada vez más escaso y muchos bancos están aprovechándolo sin ningún reparo para aumentar sus diferenciales, lo que neutraliza automáticamente el efecto benéfico de unos tipos de referencia menores. Ese fenómeno fue denunciado hace un par de meses por lo que se refiere a los créditos a las empresas y al consumo, pero hoy por hoy se trata de una moneda corriente también entre los de carácter
hipotecario.

A causa de ello, el nivel en el que se encuentra el Euríbor no es ya un elemento tan determinante como hace cinco o seis años a la hora de acometer la siempre comprometida compra de una vivienda. Pesan más las abusivas condiciones (garantías, tarjetas, seguros) que algunos bancos y cajas de ahorros imponen y que suelen encarecer notablemente los costes financieros de la operación. Eso, claro está, en el hipotético caso de que accedan a concederle el préstamo a quien confiadamente se lo solicita, después de escrutar a conciencia, del derecho y del revés, hasta la última costura de sus bolsillos.

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