Con negritas

CEOE, el despido y la falta de crédito

Durante los últimos cuatro años se han evaporado en España 2.354.300 puestos de trabajo, un 11,5% de los que había al término del tercer trimestre de 2007, cuando la crisis empezó a enseñar la patita. Esa brutal destrucción de empleo –que sitúa el número de parados al borde de los cinco millones– refleja la amplitud del ajuste laboral realizado por los empresarios para adaptarse a una situación muy deteriorada. Y es también un argumento de peso contra quienes, desde la patronal y desde los ambientes más rabiosamente neoliberales, siguen reclamando mayores facilidades para el despido en un país donde, visto lo visto, no parece que hagan ninguna falta.

Por eso resulta irritante la insistencia con que la CEOE saca de paseo el asunto cada vez que puede; la última, hace sólo unos días, al presentar su carta a los Reyes Magos con motivo de las elecciones generales del 20-N. El documento pide el establecimiento de una indemnización máxima de 20 días por año (ahora son 45), en consonancia con la vieja aspiración de los empresarios de que en España el despido, además de libre, acabe siendo gratuito. Una aspiración cuya vigencia se encargó de confirmar el propio presidente de la CEOE, JUAN ROSSEL, quien aprovechó la ocasión para decir que, cuando concurran causas económicas graves, la indemnización "debería reducirse a cero".

Menos énfasis pone la gran patronal, sin embargo, en otro problema que sí explica la persistencia de la crisis: la sequía de los mercados financieros. Si algo está frenando la recuperación, no es el coste del despido, por más que haya quien se empeñe en hacérnoslo creer, sino la falta de crédito. Y eso obedece a la imperiosa necesidad de la banca de dedicar ingentes cantidades de dinero a cubrir los quebrantos derivados de su insensata contribución al boom inmobiliario. No en vano, los activos de riesgo del sector en la construcción ascienden a 176.000 millones de euros, según el Banco de España: más de la mitad que toda deuda griega.

Para la CEOE, sin embargo, no debe de resultar cómodo explicarlo así, pues es una de las pocas organizaciones empresariales del mundo que representa también a las entidades financieras.

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