Punto de Fisión

Caída libre

A los políticos les ha entrado una prisa tremenda por intentar arreglar lo de los desahucios y se han puesto a legislar a toda leche, lo mismo este párrafo se ha pasado de moda antes de que usted acabe de leer, pero mucho nos tememos que no. Parece que en vez de una ordenanza estuvieran remendando un paracaídas, como si, más que la ejecución de hipotecas, fueran a cambiar la ley de gravitación universal para que los pobres, a partir de mañana, en vez de caer floten. Dicen que está feo legislar en caliente, cuando todavía no han retirado todos los cadáveres aterrizados y los que van a aterrizar, pero más feo es dar lugar a una situación donde, por lo visto, nadie tiene la culpa, ni los bancos, ni los políticos, ni los jueces, ni la policía. Nadie salvo Newton, que se dedicó a legislar sobre manzanas pero no averiguó el muy mamón por qué se arroja una señora por la terraza de su casa un momento antes de que se la expropien.

De repente Rubalcaba ha leído el periódico y dice que hay que hacer algo, como si lo de las hipotecas fuese un sarpullido que nos ha salido esta semana y del que hablan los periódicos porque no tienen otra cosa de qué hablar. Es muy típico del político español esto de caer en la cuenta justo tras dos legislaturas propias, como si Rubalcaba hubiese despilfarrado sus muchos años de ministro jugando con el móvil y buscando crecepelo. España es un país donde no se coloca una señal de STOP en una curva peligrosa hasta que no se amontona una docena de muertos; entonces de repente alguien lee el penúltimo accidente en los periódicos y suelta preocupado: "Hay que hacer algo". Y se sienta a esperar que lo haga otro. Lo malo es que tendríamos que colocar la señal de STOP cabeza abajo, que es la dirección natural de quienes llevamos años despeñándonos por encima de nuestras posibilidades.

Cuando alguien deja unos recibos sin pagar en vez de una nota de suicidio, es que la situación ya ha tocado fondo. Por norma, las notas de suicidas forman una literatura urgente y desesperada que se divide indefectiblemente en dos grupos: los que estaban muy locos para seguir viviendo y los que estaban demasiado cuerdos para soportarlo. Sobre los locos no se puede decir nada y sobre los cuerdos es mejor no decirlo. Tras leer la nota, alrededor de la víctima se genera un vacío, un desconcierto, el remordimiento tardío de aquellos que pudieron hacer algo y se cruzaron de brazos. Habitualmente las estadísticas no salen a la luz porque se sabe que el suicidio es una plaga que se propaga exponencialmente. Aquí hemos dejado que se propague para ver si los índices bursátiles empiezan a remontar en cuanto los índices de población vayan bajando aunque sea en caída libre. A lo mejor la única escapatoria de la crisis es la ventana del quinto, de ahí que los suicidas desborden las necrológicas mientras en lugar de la familia, la novia o los amigos son los banqueros, políticos y jueces quienes se van quedando con cara de gilipollas.

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