Punto de Fisión

Justicia instantánea

El juez José Castro sigue empeñado en escribir literatura fantástica. No le bastó el primer manuscrito que le rechazaron el año pasado sino que ayer presentó otro borrador que mucho nos tememos va a topar con los mismos problemas de verosimilitud que el anterior. Dan igual la precisión de sus razonamientos y la limpieza de sus argumentaciones, el problema esencial del auto de imputación es su personaje principal, la infanta Cristina. La historia suena excesiva, desproporcionada, inverosímil. Nadie ve a la hija del rey Juan Carlos sentada en el banquillo, respondiendo a las preguntas de un juez y, menos que nadie, Pedro Horrach, el fiscal defensor.

Por esas razones (y por otras no menos crípticas) el auto de imputación del juez Castro puede batir todos los records de caducidad, incluyendo la anterior plusmarca, también en posesión del juez Castro, que la fiscalía de Baleares desestimó no recuerdo si en cuarenta y ocho horas o en ventitres. Yo creo que ni se había secado la tinta de la impresora cuando ya habían estampado al cabo del auto el tampón de rechazo. En estos casos sería de agradecer que la fiscalía enviara también, aparte de las clásicas lecciones de jurisprudencia cortesana, una carta al estilo de las que envían los editores junto con el manucristo devuelto: "Hemos leído atentamente su obra y nos parece interesante pero nos vemos en la obligación de rechazarla, ya que no se encuentra en nuestra actual línea de lucha contra la corrupción". O bien: "Su auto de imputación nos parece muy interesante pero, por desgracia, no cabe en nuestros próximos proyectos ya que tenemos planificadas las imputaciones de los próximos tres años".

Aunque siempre nos quepa la sospecha de que ni siquiera hayan ojeado el manuscrito, esas cartas nos animan mucho a los futuros autores. Si lo sabré yo. No se entiende por qué no iban a hacer lo mismo con un juez. Claro que los futuros autores normalmente tenemos que aguardar meses, a veces incluso años, antes de recibir la negativa con el paternal empujoncito en la espalda del editor: "Siga probando, hijo. Algún día lo conseguirá". También hay que agradecer la capacidad de lectura del fiscal defensor Horrach, que no sólo es capaz de leer más rápido que un trabalenguas de Michael Palin, sino que, al igual que Willie Gingrich (el pertinaz abogado interpretado por Walter Mathau en En bandeja de plata), sería capaz de encontrar "un cabo suelto en los diez mandamientos".

De hecho, a la velocidad que va el juego de las imputaciones y desimputaciones de la infanta Cristina, es más que probable que este escrito se haya quedado obsoleto al poco de publicarse, más o menos al tiempo que usted lo lee, lo cual es una lástima porque uno aspira a que la noticia dure al menos lo mismo que el papel de periódico en que se imprime. Aquí, como ya no hay papel ni noticia ni apenas periodismo, es muy posible que este texto se haya marchitado antes incluso de poner punto final. Para que luego digan que en España la justicia es lenta.

 

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