Punto de Fisión

First dates en La Moncloa

Lo reconozco, First Dates, el programa de citas a ciegas de Cuatro, me tiene completamente cautivado. La primera vez que lo vi, no podía apartar los ojos de la pantalla. Pensé que era el calor, pero puse el aire acondicionado y su embrujo permanecía intacto. Ya iba siendo hora de ver en televisión un equivalente antropológico de aquellas paradas nupciales que mostraba Félix Rodríguez de la Fuente, esos pavoneos de machos y esos requiebros de hembras sólo que con españolas y españoles de la calle en lugar del muflón y del lirón careto.

Un fisioterapetua andaluz muy mazado presume de poeta; una modelo veinteañera presume de inexpugnable; un novelista friki presume de friki y de novelista. Sus parejas, aterradas, no saben bajo qué mesa meterse, pero la televisión es como el cuadrilátero: no hay donde buscar refugio. Durante un rato le estuve dando vueltas a la posibilidad de presentarme al casting; si no me buscaban editor, a lo mejor me buscaban novia. Luego caí en la cuenta de que a lo mejor me encontraban las dos cosas y decidí que tampoco hay que tentar demasiado a la suerte. Al fin y al cabo, ya lo decía Santa Teresa, se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas.

Después comprendí que esa casa de citas (semánticamente hablando) era el lugar ideal donde juntar a los candidatos para formar gobierno. Por una vez, desde los lejanos tiempos de La Clave, la televisión iba a servir para algo útil y Carlos Sobera podía triunfar donde Felipe VI había fracasado. Mucho más eficaz que el rígido protocolo monárquico era ir recibiendo en la barra a Mariano, a Albert o a Pdr Snchz y después romper el hielo, preguntarles la profesión, pedir una copa, conocer sus gustos a la hora de formar gobierno.

-A mí me gustan constitucionalistas.

-¿No es un poco perverso?

-Pues sí, qué le vamos a hacer.

-Así que ¿registrador de la propiedad?

-A mí que me registren.

-A eso vamos.

-Qué nervios, Carlos, qué nervios.

En vez de Carlos Sobera, el presentador ideal de este reality habría sido el propio Félix Rodríguez de la Fuente, esa voz montaraz y sinuosa que decoró nuestra infancia con aullidos de lobas en celo y lentos planeos de águilas: "Vamos a contemplar el majestuoso vuelo del ave rapaz". El inconveniente de que Félix Rodríguez de la Fuente lleve muerto, por desgracia, varias décadas, no es un obstáculo muy serio teniendo en cuenta que Mariano también parece últimamente un cadáver. No hay manera de despertarlo de su encantamiento y no dice palabra sobre si va a presentarse a la investidura solo o en compañía de lobos. Con Pdr Snchz instalado en el no, Albert Rivera en el tal vez y Mariano en el futuro imperfecto es difícil prever cómo y cuándo acabará todo esto. Así no hay manera de montar un trío ni una pareja ni un triste magreo.

 

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