Punto de Fisión

Qué difícil es ser Ayuso

Qué difícil es ser Ayuso

No queremos darnos cuenta pero el trabajo de estar al frente de la Comunidad de Madrid es muy difícil, mucho más difícil todavía siendo Ayuso, una persona a la que la izquierda en masa odia por su talento y su belleza, como ha dicho Sostres, a quien la izquierda odia exactamente por las mismas razones. Cercada por la incomprensión y la envidia, la presidenta debe luchar día a día contra los diversos colectivos que cuestionan su estrategia de no hacer nada, es decir, profesores, alumnos, científicos, políticos de la oposición, madrileños recalcitrantes y datos estadísticos, especialmente los puñeteros datos, que siempre se empeñan en llevarle la contraria. Cuando Ayuso manejaba la cuenta de twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre, sólo se quejaba el perro y prácticamente estaba haciendo lo mismo que ahora.

Hace cosa de un mes, Ayuso advertía que el repunte de casos en la capital era culpa, sobre todo, de la falta de controles en Barajas, con el aeropuerto transformado en un auténtico coladero donde el coronavirus se paseaba a sus anchas. A continuación, los turistas se iban en masa a visitar Vallecas y Usera, verdaderos centros turísticos de la capital, ampliamente reconocidos en las guías de viajes por sus parques, sus pintorescas tabernas y sus restaurantes chinos. Atrincherado en la falacia de los datos (los cuales aseguran que en las dos últimas semanas Madrid carga con un tercio de los casos y casi la mitad de las muertes en España), Fernando Simón no ceja en su tarea de desacreditar a Ayuso en lugar de callarse la boca o mirar para otro lado.

Aparte de reclutar curas en lugar de rastreadores para localizar infecciones a golpe de hisopo y recomendar las plazas de toros como refugio seguro contra la pandemia, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha iniciado una serie de medidas urgentes para frenar el avance de la enfermedad, entre las que se cuentan la construcción de una nueva sala de autopsias con aislamiento máximo y la de un hospital de emergencias del que no se sabe apenas nada -ni siquiera si estará listo a tiempo para que ingrese algún madrileño- excepto que tendrá un coste aproximado de 50 millones, se alzará en Valdebebas y olerá a Florentino por los cuatro costados. También hay que destacar la inversión de 69.000 euros en tres nuevos respiradores y el de 48.000 euros en la contratación de un coche oficial para el viceconsejero de Sanidad, con lo que el gasto en vehículos de la Comunidad asciende por el momento a casi 160.000 euros. Para qué quieres contratar más profesores, más personal sanitario o más rastreadores pudiendo tirar el dinero en ladrillos y en humo por el tubo de escape.

De no atajar la expansión de la pandemia mediante medidas drásticas que incluyen triplicar, al menos, el número actual de rastreadores y multiplicar por cinco las pruebas diagnósticas, algunos científicos advierten que el sistema sanitario madrileño podría sufrir en unos pocos meses un colapso parecido al del pasado marzo, cuando hubo que sortear a vida o muerte qué pacientes se abandonarían a la buena de Dios. Nunca mejor dicho. Aunque serían necesarios unos 400 millones de euros para atender estas prioridades, se ve que Ayuso prefiere curar a prevenir. Claro que tampoco se entiende muy bien quiénes van a curarlos ni para qué construir otro hospital en una ciudad con hospitales de sobra donde lo que no hay, como siempre, es personal cualificado. Recemos mucho, porque la sala de autopsias sí que nos va a hacer falta.

 

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