Punto de Fisión

Doñana y los patos

Flamencos y otras especies diferentes de aves que viven en el entorno del Parque Nacional de Doñana en el término municipal de Almonte (Huelva).- David Arjona / EFE
Flamencos y otras especies diferentes de aves que viven en el entorno del Parque Nacional de Doñana en el término municipal de Almonte (Huelva).- David Arjona / EFE

Moreno Bonilla quiere pasar a la historia como el político que se cargó el Parque Nacional de Doñana, una labor verdaderamente encomiable, ya que los sucesivos gobiernos socialistas en Andalucía llevaban lustros haciendo el trabajo sucio, machacando Doñana, abandonándola a su suerte, permitiendo regadíos ilegales y provocando catástrofes medioambientales una detrás de otra. Según ingresan en la oposición, los prebostes del PSOE se ponen la chaqueta ecologista, la chaqueta progresista o la chaqueta de pana, lo que sea con tal de pillar cacho, pero en el momento de trincar el sillón se olvidan de la chaqueta y se anudan bien la corbata de banquero, que es la prenda que más les favorece.

En 1986, Alfonso Guerra, director del Patronato de Doñana, dijo que le parecía exagerado hablar de desastre ecológico después de que el uso indiscriminado de pesticidas acabara con la vida de unos 27.000 patos. Guerra sabía bastante de contar animalitos, los contaba en cualquier sitio, en la calle, en el Congreso de los Diputados, y presumía de haber trabajado en Doñana como numerador de galápagos; no se le escapaba ni uno, era una especie de Conde Draco de los quelonios, por eso redujo la cifra de patos muertos a 15.000 o 20.000. No iba a andar más deprisa el cadáver de un pato que un galápago, por muy lento que fuese. Los ecologistas es que siempre exageran un montón. Total, sería por patos.

Más o menos por esos años, un alcalde socialista de Almonte carraspeó, preparando una de esas frases para la posteridad, y dijo que entre los patos y las personas, el PSOE siempre estaría del lado de las personas. Era un argumento sin vuelta de hoja, una defensa a ultranza de la especie humana, porque ya me dirán ustedes si no hay que ser hijoputa para preferir un pato a una persona, excepto a la hora del almuerzo. Desde entonces, Doñana ha sido el escenario de varias adaptaciones palmípedas de Los pájaros de Hitchcock, todas ellas con final feliz, ni un solo niño muerto y un holocausto de aves traicioneras escabechadas a base de bien.

Ni en el Patronato, ni en la Junta de Andalucía, ni en ningún sitio, a nadie con un dedo de frente se le ha ocurrido poner en duda este principio biológico universal, aunque a lo mejor alguien debería haber caído en la cuenta de que las personas y los patos podrían convivir sin necesidad de exterminarse unos a otros. Sí, me suena haberlo visto en algún sitio. Con las masacres ecológicas que han arrasado Doñana, casi merecería la pena prohibir los pesticidas y permitir las escopetas.

Siguiendo esta lógica implacable de la pelea inmemorial entre patos y personas, Moreno Bonilla se ha puesto de parte de los agricultores y de los dueños de los campos de golf, que crean tantos puestos de trabajo, ya sea recogiendo pelotas o aguacates. Tiene mucho mérito no sólo haber arrebatado a los socialistas su feudo al sur de Despeñaperros, sino enseñarles a destrozar Doñana de una vez por todas, hasta que no quede un pato vivo.

Sin embargo, en la Comisión Europea no se enteran de nada y han apostado por los patos, lo que sea con tal de joder el campo andaluz y que no sobreviva un aguacate. La Comisión Europea no es más que un nido de rojos recalcitrantes que opera siguiendo las directrices de Corea del Norte y que quiere dejar Andalucía convertida en una charca antediluviana, sin una pelota de golf que llevarse a la boca. Mucho fardar de progresismo y de derechos humanos, pero al final el PSOE se ha ido con los patos.

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