De cara

Karanka vuelve a doblar a Mou

Mourinho quiere disfrazar de normalidad y buenas intenciones una práctica que se acerca decididamente al menosprecio. Un ejercicio al que acude con insistencia el luso, según un criterio imprevisible y caprichoso, y que concluye en desconsideración hacia los hinchas, los clubes, la competición, los interlocutores, el aspirante a empleado del mes que mueve de un lado a otro como una marioneta y finalmente incluso hacia sí mismo y el puesto que desempeña. Pero Mourinho, elevado por el madridismo a la categoría de dios, se siente por encima de la institución y realmente dentro de la misma no hay ya quien le tosa. Así que cuando quiere, habla, y cuando no, manda a Karanka, que se deja hacer sin rechistar.

Pero aunque se esconda detrás de la cortina, también incluso después de una jornada que le dejó en muy buen lugar como entrenador y antes del primer título del curso, es obligado atribuirle al portugués la procedencia del mensaje que propaga su segunda boca. Así que, pese a las excelentes sensaciones que dejó su Madrid en el primer asalto de la Supercopa, cabe sentenciar que la obsesión del técnico sigue instalada, además de en dar la nota, en el victimismo y la conspiración arbitral. Una paranoia sobre la que, con su propia voz o tras la de su ayudante, está dispuesto a reincidir.

Fue ese pasaje lo peor (junto a la brutalidad de Pepe y, en menor medida, la exageración de Alves) que dejó un delicioso combate que ganó en méritos blancos con respecto a los últimos clásicos y perdió en personajes malos. Ya se verá lo que deja hoy la vuelta. Lo seguro es que Mou, o el que le dobla en ciertas escenas, ya va señalando a quién adjudicar un posible desenlace adverso.

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