De lunes

Rajoy se mira las uñas mientras Santamaría se fríe

Había un director de periódico que tenía su redacción llena de redactoras y becarias. Decía que "trabajar con mujeres es estupendo. Tenéis que demostrar cada día lo que valéis". Y lo decía como un halago, repantingado en la butaca y con un puro en la mano. El argumento era contradictorio, porque si bien su redacción tenía  mujeres, ni estaban en la cúpula ni sus salarios eran como los de los colegas masculinos, pese a idéntica responsabilidad. Lo habitual en todos los sectores económicos.
Recordaba esta historia en el Congreso, mientras Montoro daba las razones de la subida de impuestos y recurría al "agujero negro", sorpresa del déficit. El ministro de Hacienda ni lee informes de organizaciones como FUNCAS, ni escuchó a Elena Salgado y a otros expertos. Él y el presidente son los únicos que no se enteraron de que las autonomías se  desmadradaron en el cuarto trimestre.

Pero a lo que íbamos. Visualicé al antiguo director que amaba y explotaba a las mujeres, porque tan repantingado como él en su butaca, estaba Rajoy en su escaño; ora mirándose las uñas, ora entreabriendo el Ipad, ora susurrando algo a Soraya Saénz de Santamaría, que no daba abasto. Mientras su jefe meditaba,  la vicepresidenta no paraba con el móvil, revisaba su tableta o se levantaba a decir algo a Ayllón o Moragas.
A menos de un mes de llegar al Gobierno, esta mujer se fríe en la rueda de prensa del Consejo de Ministros, abarca todo y pone la cara para que al jefe no se la partan, con esa lealtad que Rajoy prima más que otro valor. Al menos  Soraya no tiene rival y cobrará más que los otros, a diferencia de las empleadas del antiguo director. ¿Hasta cuándo?

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