EconoNuestra

El ‘sueño’ del 26 de mayo

José Antonio Nieto Solís
Profesor titular Economía Aplicada en la UCM, miembro de econoNuestra, autor de la novela "El agua de la muerte"  

Algunas noches se me escapan los personajes de los sueños. A veces los recojo, porque me interesa lo que dicen. Otras los echo a patadas de mi cama, porque salen por peteneras y me disturban.

Anoche no sabía qué hacer. Se me escapó un personaje vestido totalmente de azul y no pude atraparlo. Se juntó con otro muy similar a él, que llevaba en la cabeza una gran corona de estrellas de color amarillo. Decidí escuchar su conversación un rato. Parecían los líderes supremos de dos grandes formaciones políticas con implantación en varios países europeos. Se sentaron a la mesa, en un restaurante de Bruselas. Era la tarde-noche del 26 de mayo de 2014:

. Sin nosotros Europa no sería posible. Somos el origen y el destino.

. Hemos vuelto a triunfar.

. Estaba jodida la cosa, tanta crisis...

. Nosotros tenemos ahora más escaños.

. Pero menos votos.

. La abstención os ha perjudicado menos. Tanto euroescepticismo no podía traernos nada bueno.

. Lo importante es que vuelve a imperar la racionalidad. Pero habrá que tener en cuenta la pérdida de apoyo electoral. Y ver qué se puede hacer con algunos de los temas que más escuecen.

. Tenemos unos años por delante. Todo seguirá su ritmo. Sin nuestras dos grandes familias...

. No es el momento de echarnos flores: cristianodemócratas y socialdemócratas seguimos teniendo la responsabilidad de gobernar este proyecto. Nos llueven enemigos por todas partes.

. ¿Y si llamamos a Liberón, para que venga a cenar con nosotros?

. Parece más lógico llamar antes a Nacionalistics de Plástics, ¿no crees?

. Sí. Más lógico, sin lugar a dudas; pero el precio que tendríamos que pagar sería mayor.

. ¿Y si introducimos una bocanada de aire verde?

. ¿Cuál de ellas?

. La que acepte una vicepresidencia.

. Ni hablar. La vicepresidencia es nuestra.

. No podéis pretender presidir la Comisión Europea y controlar también la mesa del Parlamento.

. Así son las cosas. Vosotros tendréis carta blanca para organizar el funcionamiento del Consejo, además de proponer candidato para la presidencia del Parlamento. Es más de lo que os corresponde, pero lo asumimos porque es el único modo de administrarnos.

. Hay demasiados grupos pequeños. Han brotado como setas. Se nos han metido por las costuras y en algunos casos sus mensajes llevan veneno. Habrá que hacer malabares para evitar bloqueos y lograr que sus posiciones no se refuercen con posibles vetos en el Consejo.

. Podemos proponer un cambio en el procedimiento legislativo. Y estirar la cooperación reforzada, sin incluir ni la fiscalidad ni el control del Banco Central. Podemos anticipar una reforma de la ley electoral. Pero tenemos que evitar cambios en los Tratados. El panorama no está para más consultas, sino para acciones con un objetivo claro.

. Os apoyaremos, si mantenéis los compromisos financieros...

Me froté las orejas porque ya no podía soportar más lo que escuchaba. No sabía dónde podría conducir ese pesado sueño, ni sabía si era mío o eran esos dos políticos pretendidamente paneuropeos los que estaban soñando. Decidí dar media vuelta, pero se me apareció debajo de la almohada el menú que ambos tenían en sus manos. Y escuché, sin quererlo, lo que cada uno había pedido. Eran platos aparentemente distintos, aunque elaborados con los mismos ingredientes. Mientras esperaban la comida, alzaron sus copas para brindar: uno con la mano izquierda y otro con la derecha.

Pero los sueños pueden ser muy traidores o muy justicieros. Sus copas, en lugar de vino, contenían vinagre: una, delicado vinagre de Jerez; la otra, aromático vinagre de Módena. Cuando se quejaron, obtuvieron dos respuestas distintas: una muy diplomática, de un camarero que no tenía reparos en culpar a las mafias del mal estado del vino; otra muy visceral, de otro camarero que alegó, simplemente, que ya nadie bebía vino... que en Europa solo quedaba mal sabor de boca.

De repente se encendieron las luces. Millones de papeletas de votos empezaron a llover del cielo. Nadie había contado con ellas: se olvidaron de computarlas. No las esperaban, porque no las deseaban. Eran de votantes que nunca antes habían hecho acto de presencia. De ciudadanos anónimos e indignados que querían otra Europa y, contra pronóstico, acudieron a las urnas. Eran de europeos de muy distinta procedencia, ideas y culturas: unos pensaban que un sueño puede hacerse realidad paso a paso, mediante realizaciones concretas; otros creían que solo se cumplen los sueños cuando brotan desde los márgenes hasta hacerse fuertes y configurar una realidad distinta. Pero los sueños, sueños son. Y al final hay que abrir los ojos...

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