El desconcierto

¿Por qué el Gobierno Sánchez arriesga en marzo lo ganado desde enero?

Al igual que la Bolsa cae en picado, como consecuencia del duro impacto económico provocado por el coronavirus, el Gobierno Sánchez arriesga en unos días de marzo todo lo ganado en dos meses a causa del estallido de sus contradicciones internas ante un horizonte sombrío. Dos vicepresidentes a la yugular política, dos ministros acusándose de machotes o de incompetentes, proyectos legislativos ridiculizados técnicamente o ensalzados políticamente, e incluso la rigurosa comunicación diaria sobre la epidemia del ministerio de Sanidad duplicada desde un ministerio de Trabajo y, finalmente, desautorizado por la Moncloa. Un espectáculo político asombroso para propios y extraños. ¿Qué sucede?

Ni se han vuelto esquizofrénicos, ni han perdido perspicacia estratégica. Todo lo contrario. Ocurre sencillamente que la gran incertidumbre que rodea a este Gobierno, hasta ahora limitada a la irresoluble cuestión catalana, va in crescendo en la última semana. Pocos o casi ninguno de los observadores políticos cree en la posibilidad de que se puedan aprobar los Presupuestos del 2020 antes del verano, lo que obligaría a prorrogar los de Montoro en espera de elaborar los de 2021. Todos saben que el coronavirus pasará  la factura y que, por lo tanto, el gasto social no podrá ser el calculado por el Gobierno progresista. A la vez el cartero judicial europeo, el español sólo observa a Cataluña para cargarse la Mesa del Diálogo, apunta al padre del Rey y plantea si el CNI es del Estado o sólo del Jefe del Estado. ¿ Puede y quiere el Gobierno controlarlo?

Ni la izquierda socialdemócrata, ni la izquierda populista, pueden continuar en la Moncloa sin el apoyo de la izquierda soberanista catalana. Pero del mismo modo que las primeras no pueden sortear la eficaz oposición togada del Tribunal Supremo, la tercera tampoco puede ir donde quiere mientras no se despeje la incógnita de si superará a la derecha soberanista catalana. Ayer mismo, un diario tan prestigioso como La Vanguardia, nada sospechoso de soberanismo ni de izquierdismo, señalaba que, según el entorno de la propia ERC, entre 75.000 y 150.000 electores independentistas fluctúan entre votar mañana a Junts per Catalunya o a Esquerra Republicana. Sin abrir las urnas catalanas despejadas no hay Presupuesto para el 2020. Justo por ello, Pedro Sánchez ha hecho aprobar ya el techo de gasto de 2021.

En este escenario tan volátil, en el que no cabe descartar los cambios de alianza ni la vuelta a las urnas, tanto la izquierda socialdemócrata como la populista acentúan su perfil propio por si el Gobierno no puede superar esta carrera de obstáculos. Así, el PSOE recupera el  gorro de estado a la hora de oponerse a investigar al presunto corrupto cogido in fraganti por los tribunales suizos y recurre la sentencia del Supremo sobre el asesinato de Couso o apoya a Marruecos en la cuestión del Sahara. A la vez que un secretario de Estado de Interior desautoriza a todo un vicepresidente social cuando manifestaba hace unos días su rechazo a las devoluciones en caliente impuesta por Alemania mediante la Unión Europea. Incluso en un área sensible como Educación, el mismo proyecto legislativo procura no incomodar los intereses creados de la enseñanza privada.

Por la misma incertidumbre, Unidas Podemos trata de ser percibido de nuevo como partido de lucha y no solo de gobierno en la previsión de que la próxima realidad pueda retrotraerle a la oposición. No quiere correr el riesgo de anteriores experiencias de izquierda que fracasaron porque la lógica de gobierno acabó imponiéndose a la reivindicación popular. Como no cuenta con suficiente arraigo social, ni apenas presencia militante dado que aún no se ha organizado como partido, la consiguiente rebaja de las expectativas de mejoras de la sociedad generadas por el grave deterioro económico, podría cuestionar seriamente su actual presencia minoritaria en un gobierno en riesgo cierto de dejar de serlo mañana. Desde el compromiso de lealtad a Sánchez, les es muy difícil tener la libertad de movimiento necesaria. Defiende continuar en el Gobierno, pero busca nadar en el poder y guardar la ropa en la oposición pese a que como el PSOE no está nada interesado en agravar la crisis.

De las dos dudas con las que nació el Gobierno Sánchez, sobre su capacidad para aplicar su programa y sobre su duración, la nueva coyuntura despeja negativamente la primera y multiplica las muchas interrogantes sobre la segunda. La recesión del coronavirus puede conducir  a reeditar aquel giro austericida de Zapatero de mayo de 2010, al igual que el gobierno de los jueces podría llevar a Pedro Sánchez , volens nolens, a mirar para otro lado cuando el poder togado del lawfare  termine con la Mesa de Diálogo, como terminaron los magistrados del Constitucional con aquel Estatut traicionado por Zapatero. Ya señalaba Carlos Marx que los hombres únicamente pueden hacer política en circunstancias no elegidas por ellos. No eran, desde luego, nada favorables el 11 de noviembre y por ello se hablaba de una  posible alternativa portuguesa, pero ahora no pueden ser más pésimas. Pero al gobierno de Pedro Sánchez aún le queda el  férreo optimismo de la voluntad por continuar en la Moncloa y, por supuesto, la baraka de los nacidos un 29 de febrero.

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