El desconcierto

La Perestroika de Sánchez

Al igual que Mijail Gorbachov impulsó la Perestroika tras la catástrofe de Chernobil, Pedro Sánchez anuncia un Plan de Reconstrucción para después de la pandemia del coronavirus. El fracaso del último líder soviético que se llevó por delante a toda la Unión Soviética es, seguramente, una lección que el presidente del Gobierno tiene in mente para intentar evitar  su propia derrota que sería la victoria de la involución preconstitucional. Con el pleno telemático de ayer, el Congreso de los Diputados cerraba por fuerza mayor el frágil ciclo iniciado el pasado 11 de noviembre y abría una nueva etapa a los dos meses de la XIV Legislatura. Ninguna imagen lo refleja mejor que la mesa del diálogo en el desván de los recuerdos históricos.

La creación de  un Comité Ejecutivo en el interior del mismo Consejo de Ministros para coordinar la lucha contra el coronavirus, compuesto por cuatro ministros del PSOE, expresa esta reordenación política impuesta por la pandemia. Este cuarteto ministerial, bajo la dirección del propio presidente de Gobierno, es un minigobierno que de hecho se superpone al Consejo de Ministros como lo acaba de evidenciar la última reunión con la presencia de la vicepresidenta Calvo, la ministra Robles y los ministros Abalos e Illia ante los ministros solo en pantalla. Sus respectivos curriculum académico, profesional y político los acreditan para la complicada tarea que ya tienen en sus manos.

La mano tendida de Pedro Sánchez a Pablo Casado e Inés Arrimada, obligada por los graves circunstancias epidemiológicas, es más que necesaria. Por cuanto sin la colaboración de la oposición no hay gobierno que pueda hacer frente a esta pandemia. Queda fuera de este consenso Santiago Abascal, por voluntad propia, dado que calcula que Vox puede sacar buenos dividendos electorales, al ser hoy la única oposición a la Moncloa como se pudo ver ayer en el discurso de Espinosa de los Monteros. Al no existir ninguna fuerza de izquierda que critique al PSOE, parece evidente que el nacionalpopulismo juega a rentabilizar este vacío político. Es una inversión a futuro que exige al resto de los partidos el máximo de esfuerzo para que mañana cotice a la baja en la bolsa electoral.

Los dos grandes partidos, apoyados en sus muletas moradas y naranjas, son hoy, como lo fueron ayer durante la transición, las fuerzas motrices de esta reconstrucción nacional que hoy  propone la presidencia de Gobierno. Su situación es análoga, aunque mucho peor, a la que precediera antes de los Pactos de la Moncloa que incluían una comisión de seguimientos compuesta por todos los partidos menos Fuerza Nueva. Entonces se llegó a estudiar hasta un gobierno de concentración, para intentar superar una inflación del 30%, que fue rechazado por la negativa de Felipe González. Veremos lo que ocurre cuando la deuda alcance el 110 o 120% del PIB  debido al plan de movilización aprobado por el Gobierno y votado por el Congreso de los Diputados.

Serán, pues, los Presupuestos de 2021 el programa político de este pacto democrático si, finalmente, los partidos del gobierno y de la oposición consiguen alcanzarlo. El proyectado de 2020 nació con forceps políticas y nunca pudo ir más allá de un esbozo pendiente siempre de la compra de un escaño que pudiera aprobarlo. Cuando se conozca el estado de la profunda devastación social y económica provocada por el coronavirus no quedará mucho margen para la controversia salvo que se opte por el suicidio.  Pero sí debería haber polémica con el aval público a los bancos, cuando aún no han devuelto al  Estado  los 60.000 millones de euros que recibieron en la anterior crisis.

Precisamente porque el país está en la UCI y el médico se acaba de enterar, en acertada metáfora de Rufián, tiene razón Sánchez cuando propone la creación de una comisión de investigación parlamentaria que analice los errores cometidos. Que duda cabe que la manifestación del 8 de marzo fue  un Prestige regando virus en vez de petróleo, y que la Sanidad Pública, deteriorada por los recortes habidos bajo el presidente Rajoy, se ha visto desbordada por la magnitud del coronavirus. Del mismo modo que la Perestroika iba acompañada de la glásnost, transparencia, la reconstrucción nacional debe marchar junto a la máxima claridad posible si se quiere conseguir sus objetivos. Es cuestión de vida o muerte para Sánchez, el sistema democrático y el Estado español.

 

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