Aunque estéis de vacaciones, permaneced atentos porque los vigilantes no descansan y siguen rastreando nuestros pensamientos con el indignómetro, ese artilugio del que hablábamos el otro día mediante el cual la ultraderecha mide nuestra dosis de indignación ante los atropellos de ETA.

Su influencia es tal que todo el mundo sobreactúa cuando en un control de indignación le enchufan el indignómetro. Nos entra una desazón incontrolable, un sentimiento de culpa paralizante, con tan sólo ver venir al guardia acercándose hacia nosotros, a pesar de que estamos seguros de no haber cometido ninguna infracción.

A ver, sople aquí: y entonces el rey, camino de una competición de vela que lleva su nombre y que por nada del mundo piensa cancelar, balbucea aquello de "seguiremos dándoles en la cabeza", y Zapatero les augura una eternidad entre rejas, y Rajoy aplaude las palabras de la majestad suya "como muy oportunas", y 4.000 personas concentradas en Calvià piden a gritos "¡pena de muerte para los terroristas!"

Todos han pasado con éxito el control del indignómetro. Ya pueden circular.

Meditación para hoy:

Dos actores callejeros de Los Ángeles le preguntaban ayer al presidente del Barcelona, Joan Laporta, de dónde era: "De Barcelona", contestó. "Ah, de España", aclararon los dos despistados actores. "No, de Cataluña", puntualizó Laporta.

Los dos actores iban caracterizados de El Gordo y El Flaco, por lo que no se sabe si la cara de idiotas que se les quedó formaba parte del papel que representaban o era la reacción de asombro a tamaña manifestación de nacionalismo casposo. Esa frase, dicha en una calle de Los Ángeles, debe de tener el mismo cariz que la de un astronauta señalando la Tierra mientras comenta a su compañero: "¿Ves?, aquello es Galicia, la mejor tierra del mundo".

Así que os dejo esto como meditación: al igual que las religiones no son más que sectas que han prosperado, las naciones son apenas tribus que se han expandido.