Fuego amigo

El caso Camps será el caso De la Rúa, con la ayuda de dios

Decía Camps, refiriéndose a la amistad profunda que le une con el presidente del TSJ de Valencia: "Tendremos que buscar en el diccionario otra palabra distinta (a la de amistad) que resuma esta íntima y sentida relación entre De la Rúa y el presidente de la Generalitat". Y un magistrado, con esa relación sentimental tan sentida e íntima con el presunto delincuente al que va a juzgar, no tuvo el coraje moral de retirarse para ahorrarnos el bochornoso espectáculo de que la justicia en España parezca un instrumento de los partidos políticos o de las sectas religiosas, como el Opus Dei, en las que militan algunos de ellos.

Si ese tribunal valenciano ha reforzado la sospecha de que la Justicia a veces hace trampas y mira por debajo de la venda de los ojos para ver quién se sienta en su presencia, la vergüenza también caerá sobre quienes tuvieron en la mano el impedir semejante desmán, el Consejo General del Poder Judicial, en el que se sienta como vicepresidente un ex consejero de Justicia de la Generalitat con el PP, Fernando de Rosa, íntimo amigo también de Camps, y un presidente del Consejo, Carlos Dívar, que antepone los intereses de la secta (por mandato religioso) a los de la justicia terrenal. Un CGPJ que no relevó a De la Rúa porque sus miembros no se pusieron de acuerdo para nombrar a tiempo otro juez libre de sospechas.

Veamos: La Ley Orgánica del Poder Judicial dice en su Artículo 219, referido a las causas de abstención de un juez y, en su caso, de recusación:
Apartado 9. Amistad íntima o enemistad manifiesta con cualquiera de las partes. Repito: Amistad íntima o enemistad manifiesta con cualquiera de las partes.

Todo un espectáculo. La amistad de Camps y de la Rúa es tan íntima que su no abstención en la causa es un bochorno que no se conocía desde el caso Gómez de Liaño, juez delincuente que prevaricó dictando sentencia a sabiendas de que sus resoluciones iban contra derecho.

No tienen vergüenza. Sin vergüenza por la vida, consejo con el que les alentaba el hombrecillo insufrible para caminar por la política. No tener vergüenza es en ellos una virtud. Vendrán ahora bandadas de gaviotas reidoras a sobrevolar sobre nuestras cabezas, para contarnos que al fin se ha hecho justicia. Mariano Rajoy, el jefe de la banda, decía esta mañana, nada más conocerse la noticia del archivo de la causa: "Ha ganado la justicia, el sentido común".

Puntualicemos: por los datos que tenemos, ha ganado la amistad de los jueces conservadores con el presunto delincuente, sobre los que ya siempre caerá la sospecha de su falta de imparcialidad. Podrán haber dictado una sentencia justa, ya nunca lo sabremos, pero la forma ha contaminado el fondo para siempre.

Y el sentido común ha sido pisoteado y burlado, porque el sentido común dicta que un juez no puede juzgar a un hijo, a una esposa, a un padre... o a un amigo íntimo. Por sentido común y porque lo exige La Ley Orgánica del Poder Judicial.

La sentencia es recurrible ante el Tribunal Supremo, donde también gobierna cristianamente el señor Dívar. Con todo, porque la burla es de una desmesura hiriente, esperemos que allí nos devuelvan en su día la esperanza de que todavía vivimos en un Estado de Derecho. Para entonces el caso Camps será inevitablemente el caso De la Rúa. Si es que hay justicia, claro.

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