Fuego amigo

De algo habrá que morir

La estadística es una ciencia más o menos exacta y además es filosofía, la ciencia menos exacta de toda la historia del pensamiento. Es más o menos exacta cuando nos dice que el 55% por ciento de los españoles no ahorramos un duro de nuestro sueldo mensual, o que la media de estatura ha ascendido en los hombres 8 centímetros en los últimos cuarenta años, o que tan sólo un 5 por ciento de los españoles habla un idioma extranjero (atención, me estoy inventando las cifras). Cuando habla en positivo, la estadística presta mucha ayuda, y te sirve luego para jugar en el autobús a identificar a primera vista quién tiene pinta de estar hipotecado hasta las cejas, de haber tenido una buena alimentación desde pequeño o de manejarse fluidamente en inglés con sólo oírle gudmorningmaifrend.

Es mucho más opaca cuando habla en negativo, como cuando asegura que el descenso del tabaquismo ha salvado la vida a mil personas en un año, o que el cinturón de seguridad, el carné por puntos o la tregua de ETA han permitido que sigan vivas al día de hoy dos mil personas que en situaciones "normales" deberían haber pasado a peor vida. A los muertos es fácil contarlos porque se están muy quietos, y los velatorios son testigos de conversaciones cruzadas en las que se echa toda la culpa al muerto, como debe ser, porque se lo estaba buscando, porque estaba gordo como un cerdo y no hacía ni pizca de ejercicio, y además fumaba y bebía como un cosaco, y le volvía loco pringar con el pan en las salsas, y no quería ir a la consulta del médico ni jarto vino porque era un cagado, que si lo hubiese cogido a tiempo se hubiese salvado, el muy imbécil.

¿Pero quienes son los no muertos? ¿Dónde están esos que se han salvado en el cómputo de las estadísticas? Si lo preguntáis, nadie se da por aludido. El caso más claro es el de los no muertos en carretera. Por ejemplo, haciendo caso a la lógica de las estadísticas, tras estas navidades andan vivas y coleando 65 personas que deberían haber dejado sus sesos en el asfalto. Y ellas sin saber que están viviendo de propina, haciendo su vida como si tal cosa, continuando con su dieta malsana de grasas saturadas, de turrones y polvorones y yemas de Santa Teresa, restos inacabables de la labor de engorde navideña.

Tengo un amigo, votante del PP, para quien todas las leyes del PSOE parecen estar pensadas directamente contra él. Especialmente dos. La ley anti tabaco le parece absurda porque él es fumador y no puede consentir que un rojo de mierda lo tenga catalogado como un drogadicto, porque el tabaco no es una droga, es una costumbre, un vicio, como mucho. Para él, drogadictos son esos que se pinchan en los parques o esnifan en los lavabos, y luego atracan supermercados y joyerías, y visten como delincuentes a los que les huelen los pies y el aliento. ¿Cómo un señor de derechas que usa corbata a juego con la chaqueta, colonia de Armani y sombrero de fieltro puede ser un drogadicto? ¿En qué cabeza de rojo cabe tal cosa?

La otra ley que no soporta es la que entronizó el carné por puntos y que ha propiciado que las carreteras estén sembradas de radares traicioneros. Su coche de tropecientos mil centímetros cúbicos ha sido devaluado a la velocidad viscosa de un utilitario y le ha metido en esa corriente democrática del tráfico limitado a 120 kilómetros por hora en autopista para todos los usuarios de la carretera. Todo por envidia, pensará él, porque los pobres no pueden comprar coches que vayan a más velocidad con un mínimo de seguridad.

Y aquí es cuando las estadísticas pasan de ciencia más o menos exacta a sistema filosófico abstruso. Si le dices que hay 65 personas más disfrutando de la vida gracias a esas medidas, o que cientos de personas se van a librar este año de un posible enfisema pulmonar o de una embolia cerebral porque han dejado de fumar a tiempo, te pide que se lo demuestres, que se las presentes, nombres, nombres, a ver...

Y entonces es cuando me desarma, porque no sé sus nombres, ni donde viven, y al final, bien pensado, qué más da, de algo habrá que morir.
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Meditación para hoy: no me he olvidado del comunicado surrealista de ETA y de lo que significa para la banda terrorista el adjetivo "permanente". Pero es que todavía estoy con su pesada digestión. Yo ya no tengo claro si sus comunicados los redacta un imbécil de baba o un genio del humor. Lo que sí sé es que con esta otra bomba pretende dinamitar este otro espacio común que todavía nos queda, conocido como lengua española, un instrumento que a veces sirve para entendernos.

Recordad, MADRID, SÁBADO 13 A LAS 6 DE LA TARDE, EN COLÓN: POR LA PAZ Y CONTRA EL TERRORISMO.

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