Fuego amigo

¿Estará sordo?

Rajoy aceptó ayer la invitación cursada el viernes por ZP para reunirse en la Moncloa. Al llegar, nuevamente la cara de funeral de Rajoy parecía indicar que daba la mano al mismísimo De Juana Chaos y no al presidente del gobierno de su país. Y una vez más, al salir se refugió en el calor de Génova 13 para volver a repetir en rueda de prensa el guión de siempre, que no tiene nada claro qué quiere Zapatero. Una hora de conversación y todavía no sabe lo que quiere Zapatero. ¿De qué hablarían? Eso sí es un problema de incomunicación, o de sordera, quizá.

Es inexplicable porque yo, que no me he reunido jamás con Zapatero, ya me sé de memoria qué piensa del asunto, de tanto que me lo han repetido.

Sé, por ejemplo, que por ahora, mientras las dos facciones de ETA, la que pone las bombas y la que quiere dialogar sin bombas, no se pongan de acuerdo y nombren un solo interlocutor el proceso de conversaciones para la paz está roto, muerto, ¿cómo se lo podría decir, señor Rajoy?, finiquitado.

Sé que, al contrario de lo que hicieron los gobiernos de Aznar en los que estuvo Rajoy, no se va a pagar ningún precio político, ni atraer presos a Euskadi, ni nombrar a los terroristas como Movimiento de Liberación Nacional ni demás gestos mimosos y corteses cuyo sólo recuerdo produce rubor y vergüenza.

Sé que Zapatero pretende ampliar el consenso con todas las fuerzas democráticas para aunar esfuerzos y estrategias en la lucha común antiterrorista.

Incluso sé que Otegi, en nombre de Batasuna, acaba de pedir a ETA que cumpla con su promesa de alto el fuego permanente, que es lo mismo que decir con la boquita pequeña que dejen las bombas y las pistolas de una puta vez para reconducir las conversaciones.

Lo sé yo, que soy un despistado de mil demonios, como bien sabe mi mujer, y Rajoy no.
¿De quién será el problema?
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Meditación para hoy: Villaconejos es un pueblo de Madrid famoso por sus melones. Tal es su fama que cuentan las malas lenguas que sus productores se ven obligados a importar toneladas de melones de otras regiones españolas y adosarles el marchamo de Villaconejos para atender tanta presión de la demanda. Como hacían hasta no hace mucho tiempo los italianos con el aceite español a granel, o los franceses con nuestros graneles de vino tinto para enriquecer en grado y color el suyo. Pero ahora, los habitantes de Villaconejos son famosos por sus huevos, los que han puesto sobre la mesa para enfrentarse a un delincuente que tenía aterrorizado a todo el pueblo. Suena a película del oeste con final de Lope de Vega: el matón llegaba a un bar, y en vez de pedir un güisqui pedía la recaudación de la caja, por el morro. Así que, todos a una, como en Fuenteovejuna, le han quemado la casa y le han demostrado que tienen unos huevos del tamaño de sus famosos melones. Un filón que espero sepan aprovechar.

Por cierto, Madrid, sábado 13 a las 6 de la tarde, en Colón: por la paz y contra el terrorismo.

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