Fuego amigo

Hay obreros que cobran demasiado

Recuerdo aquel extraño día en que veíamos por televisión a los pilotos de Iberia paseando sus pancartas de diseño por los pasillos de los aeropuertos, imágenes no menos extravagantes que las de los obispos pancarteros en la plaza de Colón de Madrid. Estaban en huelga más de 500 señoritos de esa extraña clase obrera que gana el doble que un presidente de gobierno, y en sus pancartas pretendían explicar a los sufridos pasajeros, que les miraban con odio, las razones por las que los habían dejado tirados en tierra.

Era la imagen de un piloto menesteroso, en traje de primera comunión, valiente como pocos, expuesto a que un pasajero de nervios incontrolados le partiera la cara y le descolocara los rizos de los lolailos de un manotazo. Una escena tan absurda que no sabías si estaban rodando una película surrealista o habían llegado los carnavales anticipados.

Como llevan uniforme de capitán de yate se les ve más. Pero por entonces apenas se conocía que otros obreros que trabajan en su torre (dorada) de control, conocidos como controladores aéreos, duplican, triplican y cuadruplican sus ingresos, hasta los 900.000 euros al año alguno de ellos, a golpe de horas extraordinarias. Jamás se supo de horas más extraordinarias, vive dios (es un decir).

Nos lo ha desvelado ahora el ministro de Fomento, que conoce sus nóminas porque les paga AENA, indignado por la reciente huelga de celo que tantas molestias acarreó a los ciudadanos durante las pasadas fiestas.

Para ahondar en el surrealismo, en algún momento coincidieron en el tiempo dos huelgas bien distintas: la de la activista saharaui Haidar y la de los controladores aéreos. La primera, en huelga de hambre. Los otros, en huelga de hartazgo. Eso nos pasa por pagar tan bien a los obreros.

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