Fuego amigo

Libertad para llevar hematomas en el rostro

El intenso debate que mantuvimos sobre la oportunidad o inoportunidad de prohibir el uso del burka en espacios públicos derivó inmediatamente hacia el derecho de cada uno a vestirse como desee. El "prohibido prohibir" es un argumento de grafitti igual de ingenioso que el otro de mayo del 68: debajo de los adoquines está la playa. Pero utilizar frases ingeniosas y simplificaciones cuando se trata del maltrato, la violencia o el terror es una dejación de responsabilidades.

Los que se oponen a la prohibición del burka parecen ver en esta prenda torturante tan sólo "una forma de vestir". Es decir, parece ser que uno tiene tanto derecho a ponerse unas gotas de Chanel, o una minifalda, como ese informe uniforme que hace desaparecer a la mujer ante los ojos del mundo. Alguien presentaba la prueba del nueve: una mujer afgana declaraba en televisión sentirse desnuda sin esa prenda que a los demás nos parece un agravio.

En realidad es la prueba del nueve, ésta sí, de la malignidad de las religiones. Reducir el debate a la libertad de cada uno para vestir lo que desee es pasar por alto que las religiones basan su éxito en el abuso sobre las conciencias infantiles. Una vez inoculado el veneno del terror, la presa ya tiene dueño para siempre. En ese estadio de desarrollo nos inoculan los miedos que nos van a acompañar el resto de nuestras vidas.

Ninguna mujer ha elegido libremente llevar burka, por mucho que ella misma lo proclame en televisión, como nadie es seguidor espontáneo de una religión: creemos lo que nos han hecho creer desde la niñez, bajo tortura psicológica. Desde ese momento ni siquiera somos ya libres de no creer.

Porque si estamos de acuerdo en que el burka es la manifestación de la violencia del hombre sobre la mujer, esta prenda ignominiosa adquiere el mismo valor que los hematomas en el rostro de una mujer maltratada que disculpa a su pareja por amor. El burka, como los hematomas, no se eligen libremente, por más que la víctima disculpe al maltratador. No es una moda. No tiene nada que ver con la libertad personal. Al contrario, es la prueba del robo de su libertad personal, el testimonio de un maltrato que quizá sólo será sometido a la consideración de los tribunales de justicia... allá por el año 6561, en un segundo Renacimiento de la humanidad, cuando a las religiones se les apliquen sin contemplaciones las duras leyes antiterroristas.
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Otra meditación para hoy:

Durán i Lleida ha cancelado un viaje a Guatemala porque espera para hoy una resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. No va a Guatemala y creo que se queda en Guatepeor. Si hay resolución en los términos que nos tememos, esta semana de pasión no la salva ni una victoria de España sobre Portugal. Así que ¡viva Honduras!

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