Fuego amigo

De patriota a cenizo

Si hay días en que siento lástima por Mariano Rajoy I El Vigía de Occidente, uno de ellos es mañana, con el debate del Estado de la Nación por medio, ahora que eso de Nación es un término devaluado, al alcance de cualquier Comunidad Autónoma, como bien dejó sentado un grupo de magistrados antipatriotas incrustados en el Tribunal Constitucional.

Porque después del triunfo de La Roja (vapordiós, encima roja), diseñar una estrategia parlamentaria sobre el estado de euforia de una nación vestida multitudinariamente de banderita es un reto colosal que deberá exigir una tormenta de ideas, qué digo tormenta, una galerna, por parte del gabinete de imagen en pleno del Partido Popular. Porque la papeleta no es pequeña: ¿Cómo decirle a alguien que le acaba de tocar un millón de euros a la lotería que los análisis médicos le han detectado una enfermedad incurable que le va a llevar a la tumba en un par de meses?

Mariano es el Vigía, pero no es tonto. Al menos, no es completamente tonto. El sabe que nosotros sabemos que España (¡PAÑA!) va mal. Que nunca como ahora, acosados por la crisis económica, había tenido tan a huevo un debate para sacar a relucir sus inigualables dotes de orador funerario. Pero él prefiere pasar a la Historia Como Mariano I el Vigía y no como El Cenizo.

Primero llegaron las buenas noticias del descenso del paro del mes pasado. Ahora, el triunfo de La Roja vuelve a estropearle el plan de salvación que nos tiene reservado, porque intentar meter miedo y encoger el corazón de un país que estos días está dispuesto a regalarlo, de puro gozo, es políticamente suicida. La línea que separa a un patriota de un cenizo es extremadamente sutil.

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Meditación para hoy:

La noche del triunfo de la Roja apenas nadie durmió en mi barrio. Unos, de buen grado, celebrando con sus vuvuzelas y los cláxones de sus coches el esfuerzo que había hecho la selección de sus amores. Otros, desesperados, con los ojos como platos, por culpa de la contaminación acústica de los forofos.

Por allí por donde pasa el ser humano le acompaña la contaminación. A nuestra especie se la conoce tanto por su capacidad de generar riqueza como por la de dejar a su paso todo tipo de desperdicios. Por ejemplo, en esa noche de las vuvuzelas largas, en Madrid se recogieron noventa toneladas de basura que nuestros alegres compatriotas sembraron por calles, parques y jardines.

No es nada endémico del carácter español. Los holandeses dejaron las plazas donde se reunieron literalmente sembradas de basura. Pero a ellos los comprendo, estaban de un humor de perros. ¿No hubiera sido justo que al menos los ganadores nos hubiésemos llevado la mierda a casa?

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