Fuego amigo

Los patriotas ya no son lo que eran

 

El juez de instrucción de Madrid, Santiago Torres, le había esperado en vano el día anterior. Álvarez Cascos justificó su ausencia en que andaba de mitin con su nuevo partido, es decir, en la noble tarea de salvar a España. Un "partido", es decir, un "trozo", desgajado del Partido Popular, no por razones ideológicas, sino por motivos mucho más nobles: por un ataque de cuernos, por no haber obtenido su cuota de poder en las listas electorales, por haber sido ninguneado por Génova 13, ese lugar de Madrid donde duerme la siesta y ve los partidos de fútbol por televisión, entre una nubecilla gris de humo de puros habanos, el líder Mariano Rajoy.

 

El orgullo de haber sido vicepresidente primero con Aznar, y secretario general del PP durante nada menos que 10 años, puede hacerte perder tontamente la noción de peligro, creerte investido de una especie de inmunidad berlusconiana, y llegar a menospreciar el orgullo de un juez que a duras penas acaba de sacudirse la estructura judicial franquista.

 

Para chulo, el juez: o se presenta mañana, señorito, o le envío a la policía para que lo traiga de las orejas. Ese mañana era ayer (¡ostras: "ese mañana era ayer"... como lo que nos espera si gana el PP las elecciones!) y Álvarez Cascos se presentó. Vaya que si se presentó. Llegó, eso sí, casi media hora tarde tras intentar, infructuosamente, entrar hasta las entrañas del juzgado camuflado tras los cristales de su coche con el fin de evitar esa foto maldita que te retrata para siempre como un delincuente. Le impidieron entrar por el garaje de los VIPs, esa condescendencia que solamente se practica con los delincuentes de primer rango. Mal empezamos.

 

Estos patriotas ya no son lo que eran. Yo esperando que volviera a desafiar al juez, dejándolo plantado como un geranio, para así poder escribir la columna de mi vida, y se arruga a la primera. Ya no quedan hombres desde que se fue Aznar. Si es que se fue.

 

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