Venían malas noticias del Imperio, entre ellas el anuncio de quiebra del cuarto mayor banco de los Estados Unidos, el banco de inversiones Lehman Brothers, y Wall Strett todavía dormía. Pero las bolsas europeas, que se despiertan antes, comenzaban sus sesiones con bajadas de hasta un 5% nada más abrir el chiringuito.

Los analistas suelen referirse a estos casos como un derrumbe preventivo, porque el epicentro del terremoto de Lehman Brothers puede provocar días después un tsunami de un tamaño que ni Alan Greespan es capaz de predecir. Según el anterior presidente de la Reserva Federal, la actual crisis "corre peligro de sobrepasar todo lo que he visto", algo que sólo ocurre "cada cincuenta o cien años".

En esas estábamos cuando Rajoy vino a poner su granito de tranquilidad en el ánimo de los españoles, justo lo que necesitamos en tiempos de incertidumbre. Él jamás cita dónde está el epicentro del terremoto para que sus votantes crean que toda desgracia tiene su origen en Moncloa, incluida la bancarrota de los bancos norteamericanos.

Para ello eligió el argumento más repugnante, más berlusconiano, más fascistoide que se pueda sacar a relucir en tiempos de crisis: nuevamente el miedo al inmigrante. Inmigración y paro forman un cóctel ideológico explosivo en manos de la derecha, y en tiempos tan delicados como estos, donde una palabra mal interpretada puede provocar un incendio, Mariano Rajoy nos ha mostrado el tamaño de su irresponsabilidad.

"Hay 180.000 extranjeros cobrando seguro de desempleo (...) hay 20.000 andaluces que han pedido trabajo en la vendimia francesa". Versión subtitulada: 20.000 andaluces piden ir a la campaña de la vendimia en Francia porque cientos de miles de inmigrantes están ocupando sus puestos de trabajo y absorbiendo parte de "nuestro" dinero de la Seguridad Social. Así oculta que en realidad los 20.000 vendimiadores sueñan cada año con ese contrato que triplica lo que ganan en su país y al que no renunciaron siquiera en los pasados días de prosperidad.

Y dijo más Mariano Rajoy, en su empeño por ahondar la brecha entre comunidades autónomas: los Presupuestos Generales del Estado en fase de negociación entre las fuerzas políticas no están para contentar las demandas de los nacionalistas, sino que "es un instrumento para los españoles". Versión subtitulada: vascos, gallegos, canarios y catalanes, por ejemplo, no son españoles.

Todo un estadista en ciernes este Mariano I el Irresponsable.
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Meditación para hoy:

La asignatura de Educación para la Ciudadanía inaugura los debates en el recién comenzado curso escolar 2008-2009. La estrategia de la oposición del PP consiste en el reparto de papeles: por un lado el frente nacional del PP, versión Génova 13 Rúe del percebe, abanderando el argumentario sobre la crisis: a quien hable de cualquier otro problema es que en el fondo pretende distraer a la opinión pública de lo mal que va España. Y por el otro, los barones autonómicos, sobre todo los de Valencia y Madrid, tomando la nueva asignatura como el mayor ataque a la libertad de conciencia... de los padres.

En Madrid, Esperanza Aguirre insistía ayer en oponerse a que la nueva asignatura "suplante la formación en valores que da la familia", aunque no ha explicado a qué valores se refiere. De todo ello, lo que más me interesa del debate es hasta qué punto la familia es libre de transmitir "valores" como la homofobia, el sistemático secuestro religioso de las conciencias de sus niños, el papel secundario de la mujer en la escala social, o la ablación del clítoris, como si los hijos fueran una propiedad más de los padres, niños a los que se puede moldear a imagen y semejanza de la incultura y las costumbres bárbaras de sus progenitores. ¿Por qué el Estado tiene el derecho y el deber de invadir el sacrosanto recinto familiar si al niño se le maltrata físicamente, pero se le niega la posibilidad de enseñar a sus futuros ciudadanos para que aprendan y asuman los valores de, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos?