Pato confinado

El shock térmico: un peligro en piscinas y playas fácilmente evitable

El shock térmico: un peligro en piscinas y playas fácilmente evitable
Foto: Pexels en Pixabay

Está en el imaginario popular de toda piscina y playa, y reaparece en tiempo estival como un mantra maternal. Vigila si has comido y te metes de golpe en el agua...

Se refieren a la hidrocución, conocida popularmente como 'corte de digestión', y suele ocurrir en verano. Tiene síntomas claros: los vasos sanguíneos se estrechan, llega menos sangre al cerebro, y uno puede desmayarse, sufrir calambres y, en el peor de los casos, fallecer, sobre todo si se encuentra en el agua.

Es una preocupación para los socorristas, y tienen razón al estar alerta: ese mal llamado corte de digestión existe, no es un mito, aunque a veces no se comprenda cómo funciona exactamente.

El problema no está en comer y entrar en el agua. No hay evidencia de que nadie se haya ahogado solo por comer y bañarse. El problema está en el shock térmico, que es el que provoca el verdadero corte de digestión, entre otros impactos.

Es el síncope que se produce al exponer el cuerpo a un cambio brusco de temperatura, un shock termodiferencial. Puede ocurrir tras una comida copiosa en las horas más cálidas del día, o si hemos hecho ejercicio intenso y nos lanzamos al agua fría de golpe.

Tenemos por tanto dos elementos necesarios: un cuerpo que por alguna actividad está muy caliente, y un medio frío que baja la temperatura de golpe provocando el shock.

La máxima popular nos dice que hay esperar unas dos horas tras la comida antes de lanzarse al agua. Pero hidrocución y corte de digestión, ya lo hemos dicho, no son exactamente lo mismo. Esa ley de las dos horas se refiere al corte de digestión, que se produce al interferir o interrumpir el proceso digestivo, y puede darse tanto dentro como fuera del agua. Durante la digestión (que tarda alrededor de dos horas) la sangre se concentra en el aparato digestivo y el resto del cuerpo recibe menos parte. Si exponemos al organismo a un brusco cambio de temperatura, la sangre puede repartirse de nuevo para contrarrestar el impacto y entonces provocar el corte digestivo con síntomas como mareos.

Esto puede ocurrir sin que medie la piscina, practicando, por ejemplo, ejercicio intenso después de comer. La cantidad de comida tomada (los estudios parecen sugerir que se produce más habitualmente cuando ha habido ciertos excesos), y la hora en la que se produzca el impacto, tienen importancia: es alrededor de la primera hora cuando el 80% del contenido estomacal se vacía. Habrá escalofríos, nauseas, palidez, visión borrosa, calambres, y sudoración. Si uno está dentro del agua, se puede producir broncoaspiración (aspiración accidental de líquidos por la vía aérea) e incluso ahogarse.

La hidrocución es el problema

Pero es la hidrocución o shock térmico el que provocará normalmente el corte de digestión en el agua y no el mero acto de comer. De ahí que a veces se confundan los términos. Haya digestión o no, se produce aquí por el cambio brusco de temperatura de muy alta a muy baja y puede haber desmayos o terminar en parada cardiorespiratoria.

Claudican funciones vitales como el pulso y la respiración, por lo que es especialmente peligroso dentro del agua. Normalmente, se produce por un conjunto de factores, como haber estado expuesto a altas temperaturas o al sol, a una comida excesiva, por haber practicado ejercicio intenso, o por el consumo de medicamentos o drogas. Aquí el agua fría y la inmersión súbita están totalmente vinculados. Y la mayoría de los casos se dan, más que por las comidas copiosas, por haber estado expuestos durante un tiempo prolongado al sol o practicado ejercicio intenso.

Para evitarlo, nuestras madres tenían razón: hay que atender a cómo está el cuerpo y cuáles son sus procesos. Si estamos calientes, si estamos en mitad de una digestión pesada que nos calienta aún más, si acabamos de hacer un ejercicio fuerte, o hemos sufrido un traumatismo, no es buena idea lanzarse al agua del golpe.

Lo mejor es esperar y, en caso de querer meterse igualmente, hacerlo con toda la precaución: entrar poco a poco en el agua, mojarse primero las muñecas, nuca, cabeza, abdomen y tobillos (las zonas más sensibles a los cambios de temperatura).

En estas condiciones, el cuerpo necesita habituarse al nuevo ambiente, por lo que se debe entrar en el agua de manera progresiva, mejor en zonas que no cubra y bajo la vigilancia de allegados, familiares o amigos. Esta es la mejor manera de evitar la hidrocución este verano. No cuesta nada, y puede salvar vidas.

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