¿Tendrá futuro la UE?

Coronavirus, zombies y legitimidad política

Imagen de la película 'La noche de los muertos vivientes' (1968).
Imagen de la película 'La noche de los muertos vivientes' (1968).

¿Quién no se ha acordado en estos días de alguna de las películas de zombies más famosas? Tipo La noche de los muertos vivientes, Resident Evil, Guerra Mundial Z o algunas otras relacionadas con pandemias: Contagio o Virus. Todas ellas son distopías que nos hablan de la fragilidad de nuestras complejas sociedades. Algo ocurre y el conjunto del sistema se desploma como un castillo de naipes en cuestión de días o semanas.

De pronto, como en el famoso cuento de Cortázar la autopista del sur, una situación imprevista y sin soluciones a la vista saca a relucir lo peor del ser humano, sus más egoístas instintos de supervivencia, su lado menos solidario y generoso.

La preminencia de las distopías en el género de la ficción literaria y también en el cine, en las dos últimas décadas, marca un cambio de perspectiva respecto a nuestra consideración del futuro. Vivimos con ansiedad, por nosotros y por nuestros hijos y nietos, un futuro que ha dejado de ser promisorio y que se aparece con tintes sombríos y lleno de incertidumbres. Pasó el tiempo de confiar en que el desarrollo tecnológico nos condujera suavemente a mundos utópicos y felices. Constatamos la fragilidad de nuestros modelos de convivencia y de nuestros modos de vida y observamos, consternados, la debilidad de los sistemas políticos para hacer frente a estos desafíos.

En este sentido la pandemia del coronavirus además de una cuestión de salud pública es, también, un desafío a los sistemas políticos y representativos en una situación muy delicada para éstos, que no viven sus mejores horas, como ya sabemos. La lealtad futura, y hablamos de los próximos años, estará muy relacionada con el modo en que esta crisis se salde, tanto en cuestiones de salud pública, como económicas y sociales.

Aunque aún es pronto para saber si la crisis está controlada en China, el origen de la pandemia, todo apunta a que lo peor ha pasado y que este país afronta el final del túnel. En el momento de escribir este artículo el lunes se informó de 20 nuevos casos, la mitad que el domingo y se confirma que el 70% de los infectados se recupera. Tal es así, que la Organización Mundial de la Salud no duda en poner a China como ejemplo de políticas públicas con el fin de contener la pandemia y advierte que el resto del mundo no está, sin embargo, preparado.

Pero lo cierto es que es difícil establecer comparaciones entre nuestras situaciones y nuestra capacidad de gestión de un problema de dimensión global y el modo en que China ha abordado esta emergencia nacional.

El Primer ministro chino XI Jinping declaró que China afrontaba una "Guerra del pueblo" sin cuartel con el objetivo de controlar el brote. Y toda la potencia económica y, sobre todo, ejecutiva, todo el liderazgo político se ha puesto al servicio de contener primero y eliminar, después, el virus como amenaza a la salud pública.

Para eso China cuenta con un sistema de salud pública y una flexibilidad económica que se ha puesto al servicio de ese propósito. Nada más elocuente de esta capacidad que la construcción de dos hospitales especiales en el foco del virus para contener el proceso y reforzar los servicios sanitarios existentes.

Al mismo tiempo se han desarrollado tecnologías al servicio del control de la enfermedad y/o como cobertura y ayuda a la situación de aislamiento y confinamiento en el que han vivido 50 millones de personas durante más de 50 días, y la situación aún no ha terminado.

Por otra parte, el conjunto de operadores públicos relacionados con la telefonía móvil y las redes sociales se han puesto al servicio de un control exhaustivo de la población de manera que se minimizara la irresponsabilidad personal -sea esta consciente o no- y su impacto en el control de la pandemia. Ese nivel de control ha ido desde un certificado que acompañaba la pizza que te llegaba a casa, según el cual el cocinero que la había cocinado y el repartidor que te la entregaba no tenían más de 37,3º; hasta que la policía fuera a buscarte a casa si habías visitado una zona de riesgo y te confinaba en cuarentena. Todo eso a través de los datos suministrados por un sistema informático creado ex profeso con el compromiso de los operadores de telefonía móvil y la aquiescencia de la población.

El último recurso puesto en marcha por el Estado chino ha sido una movilización social sin precedentes destinada a controlar la enfermedad y limitar su expansión, lo que ha significado, obviamente, un control de la población misma a niveles desconocidos en nuestra sociedad. Un control social ejercido por organizaciones vecinales bajo la tutela del estado. Pero, probablemente, la OMS tiene razón: si se quiere contener una pandemia esto es lo que hay que hacer.

Es difícil resistirse a la comparación con lo que está pasando en Europa, tanto en Italia como en España y el resto de países, sin exclusión. La cuarentena en Wuhan, donde viven casi 11 millones de personas, se declaró cuando había 500 afectados. En Madrid, con menos de 7 millones vamos por los 1.024 y estamos en el inicio del pico. Por otra parte, la queja generalizada es que estamos ante una presión adicional sobre un sistema de salud ya en estrés crónico. La sanidad privada ni está ni se la espera en este situación de emergencia nacional. ¿Nadie se va a hacer la pregunta de cómo incorporar a este sector privado desde ya mismo? Frente a la potencia tecnológica desplegada por China para contener el brote, en Madrid el problema de los hospitales, además del estrés sistémico ya mencionado, es la insuficiencia de material: hablamos de guantes o gafas protectoras para el personal sanitario.

Por otra parte, el margen de maniobra financiero de los gobiernos nacionales está sujeto a restricciones y limitaciones que condicionan la capacidad de éstos para hacer frente a situaciones de emergencia. La Presidenta del Banco Central ya ha advertido que la incidencia de la crisis puede ser similar a lo que ocurrió con la crisis de 2008. Un escenario casi apocalíptico.

A nivel europeo, la Comisión ha destinado 47,5 millones de euros suplementarios para programas de investigación para el desarrollo de diagnóstico, tratamiento y vacunas contra el COVID-19. Un gesto de interés pero muy limitado respecto a su alcance. En reunión extraordinaria del pasado 6 de marzo del Consejo Europeo de Sanidad (Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores) se acuerdan medidas tendentes a mejorar la colaboración y trasvase de información entre los distintos países. Quizá mejor no comparar con China.

Uno no puede evitar pensar que en la acción -bienintencionada, sin duda- de nuestros gobernantes, en los diferentes niveles de responsabilidad, hay un poco de sobreactuación y de conciencia de los límites. Por otra parte, la dinámica inter-competitiva entre los diferentes partidos puede abonar el terreno para la "desconexión social" de algunos sectores de la población.

El terreno que han sembrado los conspiranoicos de toda laya y que son caldo de cultivo del electorado del extrema derecha, encontrará en esta situación de crisis social una situación propicia para sus fines. La casualidad ha querido que la irresponsabilidad supina de Vox y los mocos de uno de sus dirigentes más extremista, (si es que se pueden admitir grados de extremismo en el núcleo de dirección de ese partido), pueda limitar el alcance de un discurso que podría haber tenido una significativa audiencia y condicionar los discursos de otros partidos de derecha.

Así es que, la capacidad asimétrica entre los sistemas descentralizados y democráticos y los sistemas centralizados y autoritarios para abordar situaciones de emergencia nacional, puede incorporar aún más inputs que empujen en una dirección indeseada.

Hace 30 años está asimetría hubiera podido ser leída como la superioridad manifiesta de los sistemas de economía planificada para afrontar situaciones globales complejas. Hubiera podido servir para una ofensiva contra la condición socialmente irresponsable de un mercado ciego a los intereses públicos. Pero hoy, en nuestro contexto, no será esa la lectura, probablemente.

Más bien, puede sumar argumentos a los que promueven diferentes modalidades de "democracia iliberal" con su correlato de: control político del ejecutivo sobre los otros poderes del estado; fin de la idea del equilibrio de poderes entre las diferentes instituciones del estado; liderazgo fuerte y ejecutivo y limitación de las diferencias políticas -y justificación de la represión interna- por mor de una causa superior.

Naturalmente, nada de esto es culpa de China, ellos han hecho su trabajo y a lo que parece bien. El resultado de las medidas en nuestros países está por ver y el mismo será determinante para cuestiones tan, aparentemente, alejadas del coronavirus como la legitimidad de nuestros sistemas democráticos y la confianza de la sociedad en el sistema político.

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