Traducción inversa

La noche y su orgullo

De un novelón de mil páginas como La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina, se pueden sacar muchas enseñanzas, sobre todo si está bien escrito, como es el caso. Me parece especialmente sugestiva, sin embargo, la visión que el autor tiene de España a través del espectáculo taurino. Ni el protagonista ni el narrador están especialmente orgullosos de ser españoles, y lo comprobamos cuando el primero revive la vergüenza de haber visto de joven en periódicos franceses o alemanes cómo se identificaba a nuestro país con el espectáculo de "toros con la lengua fuera vomitando sangre, con un estoque atravesando el testuz convertido en una pulpa roja por las tentativas fracasadas de descabello", o cuando el segundo describe el Madrid de las semanas previas al alzamiento franquista como "una ciudad de entierros y corridas de toros", en que casi todos los días subían por la calle de Alcalá muchedumbres camino de la plaza de toros o del cementerio del Este, levantando "polvaredas idénticas, bramidos igual de sobrecogedores".

  Puesto que la novela está centrada en el final de la República y el principio de la guerra civil, nada más oportuno que recordar esos peculiares inventos lingüísticos, "dar el paseo" o "picar a alguien", que siendo terribles por lo que significan, están "en el corazón mismo de lo español irreductible".

  Quizá tenga razón Muñoz Molina y na haya que estar orgulloso nunca de la tierra donde se ha nacido. En la guerra llamada civil, sin ir más lejos, se demostró de sobra ese aserto. Y cada día, en cada "fiesta" taurina, se corrobora con una exactitud estremecedora.

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