Traducción inversa

Naciones

¿Y si Catalunya fuera una nación y España no lo fuera? Me imagino el sudor frío que en este momento recorre la espalda de más de un patriota rígido y lívido. Y, sin embargo, confesaré que la frase inaugural de este artículo es inane en su intención última, inocente en el fondo, inofensivamente provocativa. Al final, este debate de las naciones es un poco estratosférico (va a tener razón Alfonso Guerra) y sobre todo cansino, muy cansino. Pero habrá que reconocer que es legítimo plantear el interrogante. Al fin y al cabo, ¿qué es una nación? "Un plebiscito continuado", dijo aquél. Bueno, pero no nos pongamos tan enfáticos. Para que exista la nación tiene que haber algún tipo de proyecto en común. Ese proyecto, probablemente, es hoy en día más fácil de identificar en Catalunya que en toda España en su conjunto.

  ¿Sería tan terrible que España no fuera en realidad una nación sino un contenedor de realidades nacionales de diferente rango (es decir, una Europa en miniatura)? Pues no lo sé. A mí, en realidad, todo esto me aburre un poco (y les juro que soy sincero). El único nacionalismo que me parece justificado es el que se esgrime en estricta defensa propia para salvaguardar, por ejemplo, lenguas y culturas amenazadas. Pero las banderas, los ejércitos, los golpes de pecho soberanistas... ¿No dan un poco de repelús?

  Me parece que tendremos que seguir abundando en este tema, qué duda cabe. Por eso me gustaría acabar como empecé, pero al revés: ¿Y si Catalunya no fuera una nación y España sí lo fuera? Pero esa es la tabarra de los últimos trescientos años, ¿no? Pues volvamos a mover ficha.

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