Traducción inversa

El holocausto y su ficción

En vísperas de la conmemoración del Día Mundial del Holocausto (que coincide con la fecha de la liberación de Auschwitz, un 27 de enero de hace 65 años), Claude Lanzmann presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su monumental film Shoah. La revisión de este espeluznante documental de más de nueve horas de duración donde se recogen los testimonios de los supervivientes del holocausto (y también de algunos de los verdugos) ha puesto otra vez sobre la mesa el delicado dilema sobre cómo  abordar, desde la representación audiovisual, la gran tragedia del siglo XX.

   Es sabido que Imre Kertész, el nobel húngaro, considera que películas como La lista de Schindler, de Steven Spielberg, no son instrumentos válidos para dar cuenta de una realidad que escapa a toda ficcionalización. Para el autor de Sin destino, el desafío a la razón que supuso Auschwitz está mejor formalizado en una película como La vida es bella, de Roberto Benigni. Lanzmann no está de acuerdo, y no es difícil comprender sus reparos a la opera buffa de Benigni.

  El problema es peliagudo, pero no se entiende sin la dimensión sagrada que ha adquirido el sacrificio de judíos y tantas otras víctimas (gitanos, homosexuales, comunistas...) en el sangriento altar de la vesania nazi. Cuando ya no queden supervivientes vivos y la Shoah sea una referencia del pasado –otro truculento período de la historia-, quizá obras como la de Spielberg se demuestren eficaces, finalmente, para verbalizar y difundir el horror. Cualquier piedra es buena, en definitiva, para construir el monumento que nos evite el gran peligro: el olvido.

Más Noticias