Traducción inversa

"La caseta i l'hortet"

Este año el huerto ha dado contradictorias señales de vida. A principios de mes recogimos las patatas. Isabel está contenta: la cosecha es bastante buena. Más de treinta quilos. El que nos las vendió se molestó en advertirnos: "Cal sembrar-les amb lluna vella" (hay que sembrarlas con la luna menguante). En materia de lunas hay que ser escrupuloso, y desechar todo escepticismo.  Las tomateras, en cambio, no han crecido más de un palmo y las lechugas han resultado un desastre. Lógico. Si la luna es importante, el sol también debe cumplir su parte. No en vano julio ha sido un mes climatológicamente complicado, con dos granizadas fuertes y pequeños aguaceros intempestivos. En Vilafranca (Castellón), a mil cien metros sobre el nivel del mar, la agricultura es sólo una hipótesis azarosa. Hay que escrutar el cielo. Si el verano se tuerce, si llueve demasiado, si las precipitaciones son en forma de piedra o cualquier otro imponderable, entonces toca sufrir.

Nuestro huerto es pequeño. El año pasado, sin embargo, nos proporcionó tomates hasta diciembre. El General Invierno da pocas treguas, por aquí arriba. El huerto, entonces, es un capricho del estío. Pero este año hay que aguantarse. Los calabacines son pequeños y acomplejados. Las judías parece que toman rumbo (ya se verá). Las patatas, claro, funcionan en tanto en cuanto viven bajo tierra. Su metamorfosis es ajena al clima. Casi diría que lo burlan, que no se dejan afectar por él. Contra los designios borrascosos, nada mejor que una orgullosa vida subterránea.

A media tarde viene Yolanda, que está con el movimiento 15M de Castellón. Dice que se encarga de la sección de medio ambiente y agricultura. Hay que buscar solares urbanos sin construir y plantar algo –lo que sea. Hay que aprovechar el suelo. Calabazas, que se multiplican rápido. Hay que darles calabazas a todos esos tipos que compran y venden –que nos compran y que nos venden. Le gusta nuestro huerto por lo que tiene de pequeña utilidad ancestral. Bueno, ya sabes, le digo, "la caseta i l’hortet" (la casita y el huertecito).

Tener una pequeña huerta, en estos tiempos, es también una metáfora. Irá mejor o peor, eso nunca se sabe. Pero no hay alimento que sepa más sabroso que aquel que has cultivado por tus propias manos. Esto es, lo contrario exacto de la "especulación" de "los mercados". Y eso es todo.

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