Traducción inversa

Bob Dylan: nos hacemos viejos

  El 23 de junio se subastará en Christie’s un supuesto poema de Robert Zimmerman del año 57. Todos sabemos que este tal Zimmerman se convertiría, pocos años después, en uno de los grandes emblemas de nuestro tiempo. Pero en el 57 Bobby escribe, en el diario de un campamento juvenil, unos versos titulados "Little Buddy", que en realidad son una copia de una canción de Hank Snow. Un lustro más tarde Robert Zimmerman se había  transformado ya en Bob Dylan, y su voz borrascosa y agujereada se colaba por puertas y ventanas de una América que inauguraba entre bostezos una década prodigiosa.

  En algún otro lugar he escrito largamente sobre una curiosa coincidencia: el mismo año en que Dylan divulga Blowin’ in the wind, Raimon proyecta, con su voz huracánica, Al vent, dos canciones destinadas a inaugurar su propia época y a asestar un mazazo perdurable en la conciencia colectiva a ambos lados del Atlántico. Pero es que, explorando ese umbral, de 1963 es también la película Il gattopardo, de Luchino Visconti, que se abre con unas cortinas que bailan con el viento mientras la cámara nos da acceso a la mansión del príncipe de Salina. Ese viento de Dylan, de Raimon, de Visconti, ese huracán materialista y dialéctico, era el que estaba destinado a cambiar la historia y convertir la libertad en una conquista irreversible. Nadie esperaba, supongo, que al final la mudanza preconizada acabara siendo plenamente lampedusiana, el "cambiar algo para que nade cambie".

  Medio siglo después, Dylan se subasta como el mistificado icono pop que ya es, a Raimon se lo silencia y Visconti es pasto para cinéfilos. Nos hacemos viejos.

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